Real empalago

Las matemáticas no engañan: una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Ayer hablábamos de la incontenible verborrea del populista bocazas venezolano que se ha encaramado a “golpe” de demagogia en la Presidencia, sin mencionar en ningún caso la comentadísima frase elemental de Su Santidad (Su Majestad, quise decir) el rey Juan Carlos I, al que ahora quieren elevar a un trono aún más alto del que ya ocupa. Ni tanto ni tan Borbón. Quietas las cabras. Censurar la evidente mala educación de Chávez (no le pidamos peras al olmo ni duraznos a la rama de batatera) no obliga, sensu contrario, a elogiar la pareja salida de tono del monarca al que se le acumulan de último los malos tragos.

Se ha repetido en este caso de la Cumbre Iberoamericana el otro unánime peloteo oficial que las distintas instituciones públicas y algunos medios de comunicación nos hicieron sufrir a los que andamos huérfanos de fervores monárquicos, hace apenas unos años, cuando se hizo firme -recordarán- el compromiso matrimonial del chinijo del rey con la periodista (remedo de "El príncipe y la corista", aunque prefiero a Marilyn al saco de huesos). Tanta fue la bobería y el contagio cortesano, que hasta los cabildos y ayuntamientos canarios se sumaron a la ola de regalos institucionales a la feliz pareja desigual, cuyos respectivos sueldos no les alcanzaba para agenciarse tamañas dádivas. En Lanzarote, si no me engaña mi hemeroteca virtual, el Cabildo les regalaba a los pobres contrayentes un cuadro de César Manrique y el siempre generoso Ayuntamiento de Yaiza, que anteriormente les había regalado a la Familia Real una guelfa/güelfa que hoy debe estar hecha toda una real camella, les enviaba un enorme rectángulo de madera tallada cuyo significado, si lo tuviera o tuviese, todavía andan investigando en Palacio.

La adulonería, la caspa y la horterada está llegó por aquel entonces a unos límites ciertamente insoportables, que causaban vergüenza ajena a todo hijo de vecina con un mínimo sentido del ridículo. Ahora parece que el péndulo vuelve al extremo contrario...

Mucho más joven que el príncipe cuando éste encontró novia con el mando a distancia era entonces Étienne de la Boétie (no lo pronuncies en voz alta si hay alguien al lado porque puedes ensalivarlo), que escribió en 1547, cuando apenas contaba 18 años, su afamado “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”, en el que advertía sobre lo obvio: "La monarquía no alcanza siquiera la condición de despotismo político. La monarquía no es política; ni siquiera ilegítima, ni siquiera arbitraria, irracional u odiosa. La monarquía es una arbitrariedad privada; una expropiación, hecha, no en nombre de interés público alguno, sino en el del beneficio de una familia. La monarquía no es cosa de ciudadanos. Es cosa de parientes y allegados".

El filósofo Gabriel Albiac todavía vive. Y escribe: "Aceptado que uno es supremo por nacimiento, nada hay que reclamarle. Son las reglas del juego. Que la Constitución española ratifique que la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad significa que la monarquía ni es pública ni es legal. Es beneficio privado. Fuera de control y de derecho. (...) Seamos sensatos. Se apuesta por la república o por la monarquía. Quienes optamos por la primera, tenemos derecho de exigir responsabilidades al Jefe del Estado electo. Quienes aceptan que un cromosoma decida el destino de la nación, no tienen sino que callar ante el amo". O seguir mandándole regalitos cada vez que se casen o se reproduzcan. (de-leon@ya.com).