Suso que estás en los Cielos

En consonancia con la creación de la Constitución de la República Federal Canaria de Cubillo, ese hombre, donde el servicio militar a la Patria (canaria, claro) volvería a ser obligatorio como en la España de Panchito Franco (los extremos y los extremistas se tocan), y los soldados no llevarían petates sino zurrones de gofio, y la mascota del glorioso Cuerpo no sería una descastada cabra sino un baifito con denominación de origen majorera, algunos ideólogos de la causa independentista ya andan incluso elaborando (de perdidos, al barranco) una suerte de Biblia Canaria. Tal y como lo leen. Los estragos sicológicos que no cause el naci-onanismo no los causa nada ni nadie. La constante mirada al ombligo entontece hasta al más pintado, como es triste fama.

Ustedes se lo pueden tomar a broma, si les pete, pero ya se ha designado incluso a la editorial (100% canaria de pura cepa) que editará el Libro Sagrado en versión canaria o guanchinesca. Y, puestos a disparatar y ya metidos en harina, me sumo gustoso al festín etnomaníaco y aporto mis más humildes y bienintencionadas sugerencias para esa Biblia (El Día aparte).

Un suponer: al protagonista principal del Libro, Jesucristo, lo podríamos llamar, en confianza, Suso, Nuestro Señor. Y algunas de sus más célebres frases, recogidas años después de su muerte y crucifixión por los evangelistas, se podrían también traducir al habla canaria de andar por casa. El “Dejad que los niños se acerquen a mí” se quedaría en “Dejen que los chinijos se acerquen a Uno”.

Otras:

-¿Y quién dicen ustedes que soy yo?

-Uno de ustedes me traicionará.

-Retrodezca, Satanás.

-Tú eres Perico, y sobre esta piedra edificarás tu Iglesia.

-Si te digo te engaño, Viejo. Si quieres, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.

Y la más famosa de las frases de Suso, justo cuando moría por nuestros pecados: “Chacho, Viejo, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Él se refería a los romanos y a sus paisanos judíos, claro está, pero la frase sigue siendo válida para otros iluminados lugareños a los que no les vendría mal que los iluminara o iluminase la verdadera luz divina, antes que la cegadora pasión necio-nalista, que es la peste.

HASTA MÁS VER, CRISTIANOS: Como todo tiene un principio y un final, hoy me despido de los sufridos lectores de esta prescindible columna impresa y digital. Con mis mil y una disculpas por el tiempo que les he robado a cada uno de ellos. Pero me voy tranquilo, porque los pájaros se quedarán cantando, como en el antológico poema de Juan Ramón Jiménez. Por falta de pájaros no será. Adiós. (de-leon@ya.com).