¿Te parece bonito?

Ya lo has leído: la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo condenaba el jueves al anterior alcalde de Haría, antiguo senador por Lanzarote y ex director general de Trabajo del Gobierno de Canarias (distintos cargos desempeñados casi todos en distantes partidos políticos, de ideología incluso diametralmente opuesta), a tres años y seis meses de cárcel por un delito de falsedad en documento público.

No hago leña del árbol caído o a punto de derrumbarse definitivamente. Ni hablo tampoco a toro pasado o por una concreta sentencia judicial. Si eres habitual de esta tribuna impresa y digital lo sabes de sobra. Y sabes cuál es el retrato que siempre he ofrecido aquí, desde hace lustros, del tal Juan Ramírez Montero (“don Juan Ramírez”, como acostumbra a llamarse él mismo a sí mismo, de forma tan repetida y constante que te hace sentir vergüenza ajena cuando lo escuchas). He escrito siempre que J.R. no ha sabido/podido disimular nunca su único proyecto político: él mismo. Si para eso había que pasar por todo el arco ideológico, él se pasaba la ideología por el otro arco del triunfo. Y así lo hemos visto peregrinar por el PSOE, Asamblea Cojonera (conejera, quise decir), Coalición Canaria, Partido Popular, CCN... y lo que le echen. La culpa nunca fue suya, sino siempre de quienes recibían con los brazos abiertos tamaño fichaje.

Juan Ramírez pertenece al torpísimo club de los que hacen constante ostentación de su riqueza, adquirida casi toda ella coincidiendo con su ejercicio en los cargos públicos ya reseñados. Y, aparte de hablar de sí mismo en tercera persona y de blasonar títulos que no poseía -como el de letrado-, se jactaba incluso de lo que llamaba “mi equipo de abogados” cada vez que amenazaba o le amenazaban a él con los tribunales de Justicia. Otra prueba del ufano mal estilo y la falta de clase de los nuevos ricos.

Pero no le neguemos los méritos que también ha atesorado el ex alcalde que salió rico del Ayuntamiento más pobre de la isla. En él se encarna a la perfección el político que mejor se trabajaba la manipulación de los más viejos del lugar, hasta tal punto que en Haría, durante el ramirato, se hizo popular la frase “¿dónde están los viejos? Los viejos están de viaje”. Luego lo rentabilizaba o amortizaba en las campanudas campañas electorales de allá cuando atábamos los perros con ristras de chorizo de Chacón, cuando se encargaba de llenar guaguas y más guaguas de viejos para hacer de relleno en mítines, garbanzadas y por ahí seguidito. Una vez viajados y comidos, a los cientos de ancianos se les atontaba al modo y se les lavaba el cerebro para que acudieran a votar como autómatas, muy de mañanita, el domingo electoral a las siglas en las que estuviera estuviese militando esa temporada Ramírez Montero, el verdadero inventor, o al menos el mejor continuador, de la política-excursión.

Con todo y pese a todo, lo peor no es que existan en la vida pública insular personajes como él. Lo peor es que hay personas que votan todavía a estos personajes. La falta de madurez democrática de Lanzarote también es alarmante, aunque resulte poco diplomático y políticamente incorrecto reconocerlo. No, no queda “bonito”... pero toca la casualidad que es la verdad. (de-leon@ya.com).