¿Y usted qué opina, presidenta?
Elena Valenciano, la mujer más guapa del PSOE si exceptuamos a la vicepresidenta del Gobierno, además de secretaria a la sazón de Relaciones Internacionales de su partido, le ha dicho al arzobispo emérito de Pamplona, después de que éste manifestara que “la muerte de Jesucristo fue digna”, que -cito textualmente sus palabras- “estoy dispuesta a que renunciemos a los cuidados paliativos antes de morir con la condición de resucitar al tercer día. ¿Dónde hay que firmar?”. La muchacha tiene su sentido del humor, aunque sea humor negro. Pero no parece que ande afectada por enfermedad alguna porque luce muy bien y muy buena (de salud). Al contrario de lo que ha escrito ABC al respecto de sus palabras, yo no veo mofa de la fe religiosa ni burla alguna al arzobispo de marras. Hay que conservar siempre algo de ese siempre necesario y benigno sentido del humor, y más ahora que acaba de morir Rafael Azcona (al que sí podemos resucitar nosotros, por cierto, viendo sus películas: no dirigió ninguna pero un buen guionista es muchas veces más importante que el mejor de los directores).
En hablando de mujeres guapas de romperse, mira Adriana Lima (venga, corriendo al Google, apartado de imágenes del sabelotodo digital y tal), la afamada (aunque yo hasta ayer no la conocía) modelo brasileña que al parecer tiene acostumbrados a sus admiradores a dejarlos con la boca abierta no sólo por lo que lleva encima sino por las boberías que larga por su boquita, aunque lo de boquita en su caso es un decir (juzguen ustedes mismos). Dejó escrito el gran Chesterton que gracias al periodismo se entera de que ha muerto el señor Jones (no hagan rimas, por favor) mucha gente que ignoraba que el señor Jones estuviera o estuviese vivo. Pues la tan famosa como desconocida -para muchos- modelo de marras viene a contarnos ahora, sin ponerse colorada y sin que se le escape ni un amago de carcajada, que ella esperará a pasar por el altar para mantener relaciones sexuales y demás guarrerías brasileñas. ¿No fumas, inglés? En mitad de un reportaje fotográfico en el que posa tal cual la trajo su madre al mundo (bueno, un poquito más crecidita), aprovechó la tipa, entre foto y foto, para contar que es virgen (y yo San José), que acude cada domingo a misa y que está de acuerdo con todas las opiniones de la Iglesia (puede que hasta con el arzobispo emérito de Pamplona, incluso). Adriana, de 26 años, sólo ha tenido tres novios (3) en su vida, con los que apenas ha jugado al parchís y pare usted de contar: “Ellos han tenido que respetarme porque es mi elección. Si no lo hacen significa que no me quieren. El sexo es sólo para después del matrimonio”. Esos tres tíos tienen una entrevista, como mínimo. Si ella dice verdad, el Papa ya puede ir preparando la beatificación, santificación, canonización y toda la pesca para ese trío de benditos émulos de Job. Se han ganado el Cielo para los restos, a fe mía. Para que luego digan que todas las modelos son tontas del culo y que no tienen sentido del humor...
Mucho más calladita que sus congéneres de los dos párrafos inmediatamente anteriores se muestra de último la teórica presidenta y máxima dirigente (ejem...) de la principal institución pública de esta pobre islita rica sin gobierno conocido. Al contrario que su correligionaria Elena Valenciano, doña Manuela Armas no se mete con la Iglesia de Roma (ni con la de San Ginés), aunque tampoco queda claro que comparta todos los mandamientos del Vaticano, como la casta y santa modelo modosita. Manuela calla, y no sé si otorga razón a alguien. Dicen otras malas lenguas que reina pero no gobierna, pues son quienes la subieron a la regalada poltrona y le colocaron la corona de papel los que de verdad ordenan y mandan. Pese a presidir presuntamente el Cabildo de la misma isla que ocupaba días atrás las cuatro columnas de la portada del “diario amigo” El País, en el que se comparaba en páginas interiores y ya a cinco columnas a Lanzarote con Marbella (bella metáfora), ella sólo ha tenido tiempo para decir que no tiene nada que decir, acaso acogiéndose a la sabia máxima que aconseja callar si tus palabras no van a ser más interesantes que el silencio.
Manuela no habla de lo que habla todo el mundo en todas partes. Como mucho, se limita a poner el piloto automático, y como autómata sigue repitiendo los habituales topicazos huecos y demás frases hechas sobre el desarrollo sostenible, las hojas de rutas y otras ampulosas babiecadas que parecen decir mucho y no dicen nada porque nada contienen (rascas un poquito en su interior y sólo encuentras aire). Casi prefiero el humor de Elena Valenciano y de Adriana Lima. Como de aquí a Lima (con perdón por el elemental juego de palabras). (de-leon@ya.com).