Centenares de personas se desplazaron hasta la Villa de Teguise, el único lugar de Lanzarote desde el que se podían escuchar las tradicionales campanadas que marcan, mes a mes, el final del año

Lanzarote recibe un cálido 2007 trasladando la fiesta a la calle

El nuevo año regaló a los conejeros una noche templada y despejada, de luna brillante y viento calmo. Algunos se trasladaron hasta Teguise para comer las uvas al son de las campanadas en directo. Otros prefirieron la tele y tardaron en salir a la calle para festejar la llegada del 2007. Se celebraron fiestas en distintos puntos de la Isla, privadas o colectivas, en casas o en discotecas, familiares o alternativas... Lanzarote recibió al nuevo año en la más absoluta y bendita normalidad

Fotos: Dory Hernández y Jose Curbelo

El 2007 ha comenzado en Lanzarote con absoluta normalidad. La mejor de las noticias para todos. Sin incidentes que resaltar, los conejeros y demás residentes celebraron la llegada del nuevo año en este paradisíaco lugar del Atlántico con temperaturas veraniegas.

Hubo fiestas en varios lugares de la Isla, pero la mayor parte de los ciudadanos decidió no mover demasiado el coche esta Nochevieja, por lo que las celebraciones estuvieron muy repartidas y no hubo grandes aglomeraciones.

Fueron muchos los vecinos con ganas de comer las uvas al son de las campanadas en directo. Centenares de personas se desplazaron hasta la Villa de Teguise, el único lugar de Lanzarote desde el que se podían escuchar los tradicionales “gongs” que marcan, mes a mes, el final del año.

La Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Plaza de San Miguel, hizo resonar sus campanas según lo previsto y la fiesta continuó en la Villa hasta el amanecer.

Los demás optaron por la comodidad del sofá y la televisión. Este año los lanzaroteños tardaron en animarse a salir de sus casas tras las doce campanadas.

Los fuegos artificiales y los petardos inundaron las calles de las principales poblaciones durante los primeros minutos del 2007 y hasta bien entrada la madrugada la fiesta no se trasladó a la calle.

En Arrecife, la gente se repartió entre los tradicionales bares de la calle José Antonio, las fiestas organizadas en determinados locales, como la Sociedad Democracia, las celebraciones caseras o callejeras.

Y como todos los caminos conducen a Roma, los incombustibles acabaron encontrándose en la discoteca La Biosfera, que a las siete de la mañana estaba completamente llena.

El resto ya lo conocen: camisas desabrochadas, corbatas bailando en el cuello, maquillaje corrido y esos zapatos ideales de la muerte... en la mano.

Escenas que a todos nos suenan de “vampiros” y “vampiresas”, cansados pero felices, recorriendo las calles rotas, silenciosas y llenas de desperdicios...

... bajo un sol de justicia, en busca de unos churros revitalizantes, de un taxi o de una guagua que, al final, siempre te lleva a casa.

Mañana será otro día.