La maldita incertidumbre
No sabemos cuándo aparecerá el medicamento que cure el coronavirus. Tampoco sabemos la fecha para tener lista la vacuna eficaz contra la pandemia. Por consiguiente, no sabemos cuándo se podrán llenar los hoteles y los estadios. Y, también por consiguiente, tampoco sabemos cuándo se reactivará la industria turística, ni cuándo podrán volver a organizarse espectáculos de todo tipo. Los rebrotes están a la orden del día y la pandemia se ha cobrado miles y miles de muertos en el mundo; millones ya. No sabemos nada cierto de su origen concreto, ni tampoco si el mal se ha producido en la Naturaleza o en los laboratorios; y me da que los científicos, hasta el momento, dan palos de ciego. Todo esto nos llena de incertidumbre. En nuestro pequeño mundo, llamado Canarias, vivimos mayoritariamente del sector servicios, que la pandemia ha destruido casi por completo. Los turistas no vienen. La gente tiene miedo a viajar y nosotros estamos preocupados por crear una compañía aérea. La llamaremos Lilliput Air para diferenciarla de cualquier gigante de la aviación de los que operan en el mundo, tipo Ryanair o Norwegian, por poner dos ejemplos europeos. Miren, me voy a situar en los meses de octubre y noviembre de 2020 para analizar un panorama que a mí se me antoja sombrío. Un nuevo confinamiento sería imposible, porque destruiría la economía y causaría más muertes por hambre que la propia enfermedad. Habrá que apechugar con ella, aunque el precio sea demasiado alto. Pero estoy seguro de que muy pronto tendremos que replantearnos nuestras vidas, porque si Europa nos da el dinero para subsistir, ni siquiera contaremos con un Gobierno español capaz de que ese dinero evite la destrucción de nuestro país. La verdad, me gustaría escribir sobre cosas muy diferentes, pero negar la realidad tampoco ayuda. Al menos eso creo yo. Es la maldita incertidumbre.
Publicado en Diario de Avisos