¿Qué tal matas? Dije: De momento, flojito

Se puede hacer una crítica feroz contra la guerra desde el humor. En la Grecia clásica, Aristófanes con su Lisístrata; en el siglo XX, el escritor checo Jaroslav Hasek con Las aventuras del buen soldado Svejk, ubicadas en la Primera Guerra Mundial, y el gran humorista español, Gila.  

Lisístrata en griego lýsis (disolución), más stratós (ejército), la que disuelve los ejércitos, será la mujer liberadora de las guerras, dirigiéndose a espartanos y atenienses, enemigos hasta entonces, con sus artes de razonamiento, les recuerda la inutilidad de todas sus guerras anteriores y también las veces que se ayudaron mutuamente en los momentos difíciles. El texto comienza con la aparición de Lisístrata en escena, quien había convocado a todas las mujeres de maridos en guerra para intentar una solución ingeniosa a los interminables conflictos con los lacedemonios o espartanos: les va convenciendo mediante juramento individual de que no mantendrán relaciones sexuales con sus esposos o amantes, mientras no depongan sus armas y juren no volver a hacer la guerra. La última guerra, ya de veinte años, sólo estaba dejando viudas, huérfanos, una economía en ruinas, desolación social en Grecia. Estas mujeres se rebelan e invierten los papeles en sociedad: si antes se habían dedicado sólo a las tareas de la casa y a los oficios más arrastrados, ahora toman las riendas frente a los hombres: toman la Acrópolis, retendrán el dinero para la guerra, y no dejarán que se acerquen sus maridos, mientras no depongan las armas y se firme la paz entre los ejércitos enemigos. Sus palabras y razonamientos van convenciendo a todos y a todas: a las mujeres, a los ancianos, a los intermediarios de ambos bandos... Al final, el personaje mudo Conciliación representa la escena de la firma de la paz en presencia de los hasta entonces enemigos. La obra termina con los maridos camino de sus casas con sus mujeres o amantes respectivas. Fue así el triunfo de la razón femenina sobre la sinrazón de los hombres. Ellas consiguen la paz.

 En cuanto a Las aventuras del buen soldado Svejk  del checo Jaroslav Hasek una breve reseña.

“-(...)Deje de poner esa cara de idiota.-Le dice el coronel después de interrogarlo.
-No puedo, me libré del servicio militar por estúpido y me declararon oficialmente idiota. Soy un idiota oficial.-Contesta Svejk
."

Svejk es un personaje memorable, un “idiota” que a pesar de que en su día fue rechazado para hacer el servicio militar debido a su estupidez, es reclutado al estallar la Primera Guerra Mundial por el ejército austro-húngaro. A partir de ahí, comenzará a vivir un sinfín de aventuras de donde saldrá indemne gracias a su carácter inocente que le hace siempre decir la verdad (ya se sabe, muchas veces es más difícil creer una verdad que una mentira). Y es que este soldado es un alegato al pacifismo, un hombre que con su suma idiotez pone en jaque al todopoderoso ejército de Austria-Hungría...Svejk, en la guerra, se burla de la guerra; como ayudante de un capellán castrense se burla de la religión, como asistente de un oficial se burla del ejército; como persona, por mucho que sea tonta y lo asuma, se burla de la estupidez absurda de los hombres.

 El gran humorista Gila practicó un surrealismo corrosivo contra la guerra y las injusticias de la dictadura franquista. Tras la experiencia traumática de la guerra en el bando perdedor y la cárcel y presidios correspondientes, paradójicamente, Gila empezó a dibujar en los cuarteles chistes que hacían divertida la guerra. Así entró en La Codorniz. En 1972, en Hermano Lobo sus viñetas depuradas atacaban con ingenuidad, pero de forma implacable, la abrumadora sinrazón de la época. Además, fue alcanzando éxito con sus monólogos geniales en teatro y televisión. El más conocido es: ¿Es el enemigo? Reproduzco uno más desconocido, pero no menos genial. En el año 1951 Gila salió espontáneamente al escenario de un teatro. Iba vestido con su viejo uniforme de soldado, llevaba consigo un fusil de mentira e improvisó su primer monólogo:

“Le dije al comandante: Que vengo por lo del anuncio del periódico, para matar y atacar a la bayoneta y lo que usted mande’. Y me dijo: ‘¿Qué tal matas? Dije: De momento, flojito, pero cuando me entrene…Y me preguntó: ¿Traes cañón? Y dije: No. Yo creía que la herramienta la ponían ustedes. Y dijo: Es mejor que cada uno traiga lo suyo. Así el que rompe, paga. Dije: Yo lo que traigo es una bala que le sobró a mi abuelo en la guerra de Filipinas. Está muy usada, pero lavándola un poco…Y dijo el capitán: Y cuando se te acabe la bala, ¿qué? Y dije: Pues voy a por ella, la traigo y disparo otra vez. Y dijo el comandante: Es mucho jaleo: no vamos a parar la guerra cada cinco minutos para que tú vayas a buscar la bala”.

Aquel público de 1951 se levantó para aplaudirle a rabiar al extraño humorista, que bromeaba sobre una guerra de la que todos tenían heridas abiertas.