El samurái del amor: Francisco
En un rincón del colegio Capellanía, bajo la sombra de un árbol antiguo que estaba cerca del huerto, Azahara, Iván y Marianela se sentaban juntos. Era una tarde tranquila, pero sus corazones estaban llenos de preguntas sobre el mundo que veían en las noticias. Hoy hablaban de algo que les preocupaba mucho: la guerra en Gaza, las tensiones con Rusia y las políticas de Trump hacia los migrantes. Estaban muy tristes con la muerte del Papa.
—¿Sabían que el Papa Francisco ha hablado mucho de Gaza? preguntó Marianela, mirando a sus amigos.
—Sí —respondió Iván—. Él dijo que el sufrimiento de los niños y las familias en Gaza es algo que nunca deberíamos olvidar.
Que no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras tanto dolor ocurre. ¿Verdad, Azahara? A veces somos muy egoístas.
—Así es —dijo Azahara, mirando hacia el horizonte—. El Papa Francisco siempre ha hablado de la paz, de cómo debemos cuidar a los más vulnerables. Él nos ha enseñado que no se puede hablar de paz sin trabajar por la justicia para todos, incluso para aquellos que viven en los lugares más lejanos.
—¡Eso es! —dijo Iván—. Francisco decía que debemos poner a las personas en el centro de todo, no las fronteras ni los intereses políticos. La paz solo se construye con amor y comprensión.
Marianela suspiró, y con lágrimas en los ojos pensaba en todo lo que el Papa había dicho sobre Rusia, un tema que también les había tocado el corazón en las últimas semanas.
—También habló de Rusia —continuó Marianela—. Dijo que la paz no se puede ganar con la violencia, que no importa cuántos tanques o aviones haya: si no hay diálogo y respeto, nunca habrá paz verdadera.
Azahara miró a sus amigos con firmeza y añadió:
—Y eso me hace pensar en lo que dijo sobre los migrantes.
Nos recuerda que las personas que huyen de la guerra, de la pobreza o del sufrimiento no deben ser tratadas como criminales. No podemos dejar que el miedo o el odio nos hagan olvidar que todos somos iguales, que todos somos humanos. Eso es algo que debemos recordar.
—Es cierto —dijo Iván, recordando las palabras del Papa sobre la inmigración—. Habló muchas veces sobre la necesidad de proteger a los migrantes, de darles refugio y dignidad. Todos nos merecemos tenerla. Francisco también nos mostró que si cerramos los corazones, no estamos siendo buenas personas.
¡Tenemos que abrir los brazos a los que más lo necesitan! Eso no se debe olvidar.
Los tres niños miraron al cielo, pensativos, mientras el sol comenzaba a ponerse detrás de las montañas. Azahara, con su voz suave, compartió algo más.
—El Papa Francisco también dijo que “cuando las mujeres mandan, las cosas funcionan mejor”. Y eso tiene mucho sentido, porque las mujeres siempre han sido las que cuidan de la familia, las que hacen que todo funcione, incluso cuando todo parece estar en caos.
—Sí —dijo Iván—. Mi mamá siempre dice que la paz empieza en casa. Si no podemos estar en paz con los que más amamos, ¿cómo vamos a lograrla en el mundo? Empecemos en casa primero. Seríamos muy hipócritas.
—¡Exactamente! —respondió Marianela, y agregó—: Él nos enseñó que debemos ser como una familia. Si peleamos, debemos hacer las paces antes de dormir. “Peleen si quieren, pero no se acuesten sin hacer las paces”, dijo él. Eso me parece tan bonito, porque al final lo que importa es que estemos unidos siempre, y no apagar la luz sin darnos un beso.
Azahara sonrió, viendo a sus amigos con cariño.
—Él nos enseñó a ver el mundo con los ojos del corazón y a no olvidarnos de los que sufren, siempre decía que el amor y la paz son la única forma de sanar las heridas del mundo.
Los niños, llenos de esperanza, decidieron que querían hacer algo más por aquellos que sufrían en Gaza, por los migrantes que huían de la violencia, por las mujeres que a veces no eran escuchadas y por todos los que necesitaban paz.
Iván miró a Marianela y Azahara, y dijo:
—Tenemos que seguir aprendiendo de él. Francisco nunca dejó de soñar con un mundo mejor. Y aunque él ya no esté entre nosotros, su mensaje tiene que seguir.
Marianela, mirando hacia el cielo, añadió:
—Besos al cielo, Francisco, por habernos enseñado a amar más, a cuidar de todos y a luchar por la paz. Te agradecemos esas cosas.
Y así, con esas palabras en sus corazones, los tres amigos hicieron una promesa: seguirían adelante con la llama de la paz que les había dejado, sin importar las dificultades que pudieran encontrar en su camino. Seremos soles lanzando rayitos de amor donde hayan sombras.
Que no se nos olvide que la sonrisa es la flor del corazón, y que aunque nos caigamos mil veces, lo importante es agradecer que tendremos la posibilidad de levantarnos, de ir hacia adelante y de volver a caminar. Pero uno que no se mueve por miedo a caer, resbalar o cometer errores, nunca, nunca será fructífero en la vida, dijo el Papa en forma espontánea en el Vaticano.
Aquí dejo algunas frases intensas y poderosas del Papa Francisco que reflejan su mensaje de amor, paz, justicia y esperanza:
1. "El futuro de la humanidad no está en las manos de los poderosos, sino en las manos de los pobres, de los humildes, de los que luchan por la justicia."
2. "La paz no es simplemente la ausencia de guerra. La paz es un compromiso activo, el trabajo constante por la justicia, por la igualdad, por la fraternidad."
3. "No tengamos miedo de la bondad y la ternura. Es el amor quien transforma el mundo."
Hasta siempre Jorge Mario. Fuiste la Capellanía que guió a millones de corazones.