Con mi amigo Javier, desayunando en Ginory
Lo prometido es deuda; aunque si es a un amigo, menos. Pero sigue siendo deuda. Así, dicho y hecho. Es lo que tenemos hablado el buen amigo Javier Suárez y yo: un martes al mes, quedar para desayunar en alguno de esos modestos aunque geniales lugares que tiene Lanzarote para hacer efectiva la primera ingesta sólida del día.
En agosto tocó en Casa Ginory, aunque fuera en un miércoles. Él, su buen bocadillo de calamares. Yo, uno grande de pescado. Por cierto que por allí pasó Antonio Ginory que, a mi comentario: ¡Que bueno hacen ustedes el bocadillo de corvina rebozada! Me ilustró en que ahora los bocadillos los están haciendo de cherne, porque corvina no se consigue. Por cierto que algo me contó sobre el secreto de porqué les sale tan bueno. Pero, un secreto es un secreto, y si es de buena gente: más.
A mi, como saben, en el desayuno el bocadillo no me entra sin mi medio litro de café con leche, tibio. Y, claro, para medio litro de café con leche: cuatro sobritos de azúcar. Que a mi, amarga no me entra ni la vida. Por mucho que algunos estén erre que erre que así la viva.
Y, mira: los cuatro sobritos, de esos que traen una bonita frase: escogidos a propósito.
"No seas amigo de una persona que piense que es mejor que tu". En esto, con Javier Suárez no hay controversia: él es el hombre más feliz que conozco. Le gusta mucho su trabajo, sabe bien para que trabaja. Disfruta como nadie que conozca de la familia, y lo mismo de la amistad y de los buenos ratos con los amigos. Y también, igualmente importante: cuando alguien pretende abusar de su amistad y de lo buena gente que es, pa'sus adentros les dice: "Que se vayan a la mierda". ¿Se puede ser más buena gente?
Más aún, con Javier, "Para conseguir ver la verdad no debes mantener ninguna opinión, ni en contra ni a favor". A él todo eso le da lo mismo. Javier lo que valora es la amistad y a la persona. Eso lo tengo yo, con él, más que sabido.
Y digo más, "la amistad (de Javier) es capaz de multiplicar el bien y dividir el mal de la vida". Cada vez que me siento un rato con él salgo inflado de buen humor y energía positiva.
Y, por último, se bien que como amigo, si en alguna ocasión sabe que me encuentro en problemas, no me preguntará qué puede hacer por mi, simplemente lo hará.
Por cierto, que cuando en medio del bocadillo por nuestra mesa apareció Toño Ginory, se lo presenté: ¡Javier, este señor es Ginory! Él, afable e interactivo como siempre: "¡Vaya! Me alegra enormemente conocerle en persona. Es un orgullo para mi conocer a alguien tan importante para el buen desayuno y la felicidad de la gente de Lanzarote. Por cierto, ¿conoce usted a Noño, que tiene en el paseo de Las Canteras, por la Cicer, el bar con el bocadillo de calamares más bueno de Gran Canaria?"
Ahí lo dejo. Un día de estos les cuento que le dijo Ginory.