Canario, pobre y sostenible al son de la turra parrandera
Hace unos días, viendo la serie “La edad dorada”, disfruté especialmente del capítulo en el que los ciudadanos de la vieja Nueva York, asistían a la inauguración del primer edificio de la ciudad iluminado con electricidad gracias a la pericia del genial Thomas Edison. Las caras eran de absoluta fascinación. Los vecinos se miraban entre ellos con la certeza de que la vida les acababa de cambiar… a mejor. ¡Y tanto que así fue!
Pensé en cuántos momentos parecidos hemos vivido los de mi generación, que ya vamos peinando las primeras canas y, bueno… internet. Internet nos ha cambiado la vida sin inauguración ni festejo. Simplemente, la hemos ido incorporando a nuestra vida como quien va añadiendo juegos a la mesa del salón. Últimamente, escucho a mucha gente decir que ha desactivado la mayoría de las notificaciones del móvil, que ya no lo mira de noche, que ha cerrado perfiles en redes sociales… El mayor invento de nuestro siglo nos tiene hartísimos.
Los descubrimientos que vamos conociendo raramente podrían despertar en nosotros ilusión y esperanza. El caso de Canarias me duele tanto que me cuesta articular palabra. Siendo una de las regiones más pobres de Europa, con una economía que no crece hacia ningún lado, tenemos que soportar la mamarrachada diaria de los que no quieren turismo, no quieren minería, no quisieron en su día el petróleo, ahora alguno dice que hasta deberíamos ir deshaciéndonos del cultivo del plátano porque consume mucha agua. De qué quieren vivir los canarios que no quieren una economía que genere riqueza. Todos no podemos ser funcionarios, amigo. Todos no podemos apuntarnos a las ayudas, amigo. En serio me pregunto de qué creen que van a vivir nuestros hijos una vez desactivado todo el sector primario, con un sector servicios que, aunque muy digno, no proporciona trabajo de alta cualificación, y sin más industria a la vista ni nadie que la permita. Les pregunto qué futuro ven para los niños canarios de hoy a los que se les condena a llevar la bandeja o emigrar.
Somos varias las generaciones que vivimos bajo una narrativa persistente de renuncia. Renunciar a la prosperidad se ha convertido en el motivo de nuestro tiempo. Renunciar a una educación que te consolide personal y profesionalmente. Renunciar a un buen sueldo. Renunciar a ser atendido con dignidad y diligencia en un hospital. Renunciar a tener una casa en propiedad. Renunciar a comprar un coche nuevo. Renunciar a comprar carne y pescado fresco (según los últimos datos de consumo). Somos pobres. Muy pobres. España es un país en vías de subdesarrollo. Nos vamos acostumbrando a que todo se averíe y averiado se quede.
¿No les gustaría a ustedes despertarse un día y enterarse de que algún problema importante está resuelto? ¿No les gustaría a ustedes dormir tranquilos sabiendo que a sus hijos les espera un futuro ilusionante? ¿No les gustaría a ustedes notar en la cuenta corriente el fruto de su trabajo e ir al supermercado sin sufrir?
(Ojo una cosa, el que diga turismo sí, pero sostenible, ese es el traidor. Todo proceso de empobrecimiento empezó con esta maldita idea de la sostenibilidad) En Canarias lo único sostenible es la normalización de acabar en los Servicios Sociales pidiendo el cheque y ser los últimos en PISA. Tanto nacionalismo y tanta estrella verde para acabar siendo una región que sin subvenciones no come, ¡vaya soberanía depender de los fondos de otros! Empecemos por darnos cuenta de que el problema de la vivienda es, en gran medida, la nefasta legislación urbanística que impide a los pueblos crecer. Empecemos ya a darnos cuenta de que los que tienen ecoansiedad por ver a los turistas paseando por las dunas de Maspalomas o están chalados o cobrando por hacer el paripé.
Es macabro que esta semana haya sido titular que los alcaldes canarios se pongan la palabra “alcalde” en el chaleco amarillo y el casco para visitar la obra pública. Tiene gracia esta noticia en medio de otras donde se condena la posibilidad de explorar minerales en Fuerteventura. Tiene gracia cuando conocemos que Marruecos tiene proyectado la construcción de enormes puertos industriales en la costa del Sáhara Occidental; Marruecos tiene los planes que nosotros convenientemente rechazamos tras la turra que nos dan, que encima de pobres tenemos que aguantar la turra promocionada, la turra en Canarias acabará siendo como una isa parrandera, música popular. Tiene gracia porque lo del chaleco amarillo era un símbolo de protesta en Europa. En Canarias se lo ponen los alcaldes y la prensa bananera considera que es noticia. Qué pueblo para que todo el mundo se aproveche de nosotros mientras en la Televisión Canaria se echan unas risas.
Nos hemos acostumbrado demasiado rápido a que todo nos deprima o nos sea indiferente. Es hora de volver a querer ser ricos y hacer lo que haga falta para conseguirlo. Mire lo bien que viven los que le piden que renuncie a la buena vida. Por cierto, no, no son las Gretas y los ecologistas, son los que se sientan en los parlamentos de todos los tamaños. Con sus buenas nóminas -que pagamos nosotros-, aprobando leyes que arruinan a las familias, se atreven a decir que la culpa es de los ecologistas y de los que tiran pintura a un cuadro. Hombre, intente usted entrar en El Prado con un cacharro de pintura y acercarse a Las Meninas. No se crea estas películas. Es un primer paso.