domingo. 27.04.2025

Historia de Canarias, Edirca. Escribe y recopila: Miguel Leal Cruz, licenciado en Geografía e Historia

En esta Isla de Echeide (Tenerife), a pesar de las magníficas relaciones mantenidas con las otras hermanas ya dominadas por Castilla, paulatinamente desde casi un siglo antes, Lanzarote, Fuerteventura, Gomera e Hierro; allá por mayo de 1493, cuando los aguerridos y valientes guanches se vieron sorprendidos por la presencia de unos quince barcos de los que unos mil castellanos desembarcaban en las playas de Añazo, por primera vez en mucho tiempo este hecho sí constituyó motivo preocupante para ellos.

Conocían la conquista de Canarias,1475, y de La Palma a partir del año anterior, fácilmente dominada por los acuerdos previos con los nativos, salvo el cantón de Tigalate y sobre todo de Aceró donde reinaba Tanausú a quien traicionaron.

Sabían que las cosas ahora eran distintas, iba en serio y que no sería fácil rechazar esta nueva invasión con el éxito que coronó otras precedentes, en más de cien años en intentos conocidos, mallorquines, portugueses, normandos, etc., y según otros rastreos actuales, germánico-vándalos y vikingos, entre otras más que seguras expediciones que arribaron, posiblemente forzados, y asentados en algunas zonas de estas islas, como demuestra la arqueología en fondos de enormes factorías en San Nicolás de Toletino o Arguineguín.

Los Menceyes y príncipes guanches formaron una liga de defensa en torno a Bencomo de Tahoro, y constituida por Acaimo de Tacoronte, Tegueste II de Tegueste, Beneharo II de Anaga, y el príncipe Zebemzuí de la Punta del Hidalgo, que fue un guanche ilustre y educado. A esta liga no se unieron otros Menceyes del sur, en especial Añaterve de Güimar que favorecía en secreto a los castellanos, traicionando a los suyos, por mediación de otro nativo, el ermitaño llamado Antón el Guanche que había sido tomado prisionero en Adeje unos años antes y convertido al cristianismo.

Todo este buen entendimiento condujo a la victoria de Acentejo, huyendo los castellanos del conquistador a sueldo Fernández de Lugo (que perdió los dientes de una pedrada al pasar a uña de caballo por el valle de Aguere) hasta Añazo y embarcando despechados hacia la Isla de Canaria (hoy Gran Canaria) en junio de aquel mismo año, llevando prisionero al mismo Añaterve y otros colaboradores (que pretendió ayudarles, parece) como trofeos, a los que habían engañado y vendidos como esclavos en Canaria posteriormente.

Regresan los castellanos con más fuerzas y los guanches son derrotados en la sangrienta jornada de Acentejo -la victoria de los españoles- y más tarde en Aguere cuyas consecuencias para el pueblo guanche de Tenerife son terribles, incluida la famosa "gripe", que les afectó, (pero no a los conquistadores castellanos ni a sus colaboradores también aborígenes...)

Beneharo II, desde sus posesiones de Anaga, en lo alto de sus riscos, “ve su patria perdida; deshechos sus rebaños por la persecución de los vencedores que con ellos saciaban su hambre. Sabe que sus tierras heredadas de sus antepasados en legítimo patrimonio, que tanto cariño les profesa, ya no volverán a ser suyas nunca, y si llega a caer prisionero de los que se creen ahora con derecho a ellas, no le perdonarán las muertes que en legítima defensa ocasionaron sus súbditos a los invasores. Afligido se entretiene embelezado mirando los que fueron sus montes de Anambro, Chinobre, Taganana y Afur, y al Echeide -Teide milenario-, sin lograr consolar su aflicción”.

Añade el poeta: “La congoja se anida en su alma. La preocupación le domina, y la locura busca su camino definitivo. Se siente más melancólico que nunca y huye por las montañas de su reino con lastimosos lamentos, despertando la compasión de otros guanches sumisos, que aceptan su desgracia, que intentaron por todo medio, su pacificación espiritual del otrora erguido, valiente y orgulloso Mencey Rey de Anaga, muy amigo de los guaires de Tamarán.

Loco vive el Mencey, muriendo noche y día, pues nada bueno puede esperar de sus enemigos, que poco a poco van apoderándose de su reino, de sus queridos ganados, y de todo el espacio al que pueden acceder, donde se alza la enseña victoriosa de Castilla. De cueva en cueva, de monte en monte, invoca la protección de Achaman. Sabe de la orden castellana de someter por la fuerza a los anagueses que no quieran rendirse. A él no le perdonarán la vida. Beneharo huye, los xercos y las huirmas que lleva en sus pies, están rotos; el tamarco que le cubre el torso, sucio y descolorido. El infortunado pone en sus ojos la más temible inquietud, no come, no duerme y su locura acrecienta”.

Le horroriza la vida errabunda en plena persecución de sus enemigos, y para no caer prisionero, sabiendo de las crueldades de Pedro de Vera hacia los gomeros incluidos niños y ancianos, se aproxima a su abismo preferido, y al grito de ¡Guañhot! ¡Guañoght!, a todo pulmón, se arroja a la profundidad con suprema heroicidad como ya anteriormente habían puesto en práctica sus amigos los guanartemes al grito de ¡Atis Tirma!, para no sufrir la humillación y la muerte por el invasor, sin piedad, al igual que el valiente Tanausú con su postrer grito de guerra y muerte: ¡Vacaguaré!. Según datos del poeta palmero-cubano Félix Duarte en una de sus magníficas leyendas (Edirca-Gran Canaria).

¡Estaba loco!, comentaban sus perseguidores ¡...! (y quién no con semejante perspectiva ), mas su locura coherente le condujo a un reino mucho más precioso que el de su amada Anaga: el de la inmortalidad, a través del valor y dignidad; aquello a que solamente tienen derecho los que se esfuerzan por mantener vivo el crisol, en el tiempo, de su raza, sin claudicaciones, ni servilismos denigrantes, con amor a la tierra de los antepasados de quien los canarios descienden en miles de generaciones. Hoy parece que todo se olvida en denigrante "lacayismo", renunciando de aquella formidable raza, de la que todos los canarios de hoy procedemos de una u otra forma, por la regla inexorable de la genética por uno o por ambos ancestros- los guanches eran muchos, los castellanos (también con variadas étnias de origen) pocos -, como si fuera una vergüenza, sabido que como españoles, dominados por los musulmanes durante ocho siglos, aquella regla genética se convierte en realmente importante y preocuparte.

Sólo para Tenerife indicar que esta isla estaba poblada por unos veinte o treinta mil guanches, y los conquistadores, que apenas pasaban de mil, marcharon en mayoría una vez finalizada la conquista, para ser sustituidos por los colonizadores, en pugna con las colonias americanas recién conquistadas que demandaban constante poblamiento, incluso del propio canario, a pesar de la modorra y otras desgracias, que dicen ahora, que le afectaron.

¿Por qué no aceptamos la cruel e inexorable fatalidad de la HISTORIA, y se debe permitir un estatuto acorde con su historia (dentro de la legalidad) y que a esta nacionalidad le corresponde según la declaración de derechos que a todos los pueblos corresponde?

Beneharo II, el Mencey loco
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