martes. 29.04.2025

Este año, el Día de las Letras Canarias, celebrado el 21 de febrero, ha sido dedicado al escritor más grande que ha salido -nunca mejor dicho- de estas islas, que es a su vez el primer novelista español de los dos últimos siglos, y una de las cumbres de la literatura universal... y a quien, en buena lógica, nadie lee ya por aquí abajo. Les hablo de Galdós, como ya habrá adivinado cualquiera que no sea concejal de Cultura.

El aldeanismo insular, que haberlo húbolo y haylo, como es triste fama, se empeñó en crear una leyenda negra sobre la posible, probable, presunta o presumible anticanariedad de don Benito. La simplonada, en efecto, todavía la mantienen algunos... y sobre todo los más cortos de miras y de entendederas. El mito de la presunta renuncia galdosiana de su canariedad lo alimentó, a partes iguales, el toletismo lugareño y los poderes fácticos a los que atacó el escritor (principalmente la Iglesia), que terminaron impidiendo que el exquisito cronista de los Episodios Nacionales y padre literario de “Fortunata y Jacinta” se hiciera con el merecidísimo Premio Nobel, allá cuando.

Esa mentira que muchos se empeñan en seguir dando por buena sobre la supuesta renuncia y el inventado repudio de Galdós hacia su tierra natal sigue corriendo aún por las esquinas, casi siempre en boca de los más esquinados. Lo acaba de recordar el coordinador de la Casa Museo Pérez Galdós, Miguel Ángel Vega: “Es una leyenda causada por las campañas realizadas por los sectores más conservadores. La imagen de que Galdós se limpió el polvo de los zapatos al salir del Archipiélago es de origen bíblico. No existe ningún testimonio escrito. Tampoco existe nada acerca de su hipotético rechazo a Canarias”. No hace falta que lo jure, pero vete a contarle verdades a los que sólo tienen oídos para las mentiras, los bulos o los infundios.

Ante la imposibilidad manifiesta de poder ser y ejercer de cola de león, el sector o la rama resentida de los "intelectuales" lugareños se mantiene en el cómodo autoengaño, que consiste -hoy como ayer- en echarle la culpa de su propia incapacidad a la odiada Metrópoli madrileña (¿no fumas, inglés?), el eterno disco rayado que cada día suena peor y es menos creíble. La mediocridad endogámica insular no termina de digerir el hecho de que no acaben de ver ni de reconocer por ahí afuera la supuesta genialidad de los que se han visto obligados a volver la vista al ombligo y regresar al nido o a la tribu, a llorar ante las faldas de la madre por la incomprensión de la que son objeto.

El canario Galdós conquistó Madrid y el resto del mundo, pues hoy su obra es universal, valiéndose no más que de su prodigioso talento. El que no se autoimpone fronteras no tiene necesidad de superarlas. Otros muchos canarios, antes y después de Galdós, hicieron o dejaron de hacer, triunfaron o fracasaron por sí mismos, porque nunca existieron barreras para el que sabe lo que quiere hacer y además es capaz de hacerlo (lo certifico en estos tiempos bobos de continua subvención pública o institucional para cualquier monería maquillada de obra artística). Por el contrario, el mediocre encontrará un enemigo en todos los que no reconozcan su inexistente genialidad, y acabará mirándose de forma autocomplaciente el propio ombligo y odiando a propios (canarios) y extraños (peninsulares) que osen cuestionar las cuatro ideas u ocurrencias monotemáticas que por todo bagaje pesudointelectual arrastran como a su sombra. (de-leon@ya.com).

Cabeza de león
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