martes. 29.04.2025

El catastrófico Cabildo conejero que nos cabrea a casi todos acordaba el martes de esta misma semana renunciar a seguir pleiteando y perdiendo cada año más dinero a cuenta del cuento del crucero turístico a la Exposición Universal de Sevilla del año de gracia de 1992, que finalmente se frustró, como es triste fama. La última broma populista de doña Sebastiana Perera Brito (Chana para los amigos y demás personas piadosas) nos va a costar a todos los conejeros, tanto a los que estaban decididos a embarcarse en la cutre aventura marítima como a los que siempre censuramos esa suerte de política/degradación, un millón y pico de euros, que se escribe pronto y fácil.

Aquella capitana de un barco sin rumbo fue siempre, para quien esto firma (está escrito aquí y en otras tribunas impresas o digitales; la hemeroteca no me dejará por mentiroso), una de las bromas más pesadas de la política de esta pobre islita rica sin gobierno conocido, que accedió en mala hora a la vida pública de la mano de mi nunca bien ponderado don Nicolás de Páiz, que creo que sigue ejerciendo como Adjunto o Pegado a la Oficina del Diputado del Común en Lanzarote. A don Nicolás le debemos los lanzaroteños, en efecto, la "introducción a la política" de doña Sebastiana, favor por el cual le quedaremos eternamente agradecidos.

La que empezó siendo consejera de Cultura (tal y como lo leen) de aquel Cabildo que nunca más volvió a coger rumbo ni tino desde entonces, tuvo aduladores y enchufados que le rieron esa gracia que no tenía mientras se mantuvo en el poder prestado. Cuando lo perdió, esos mismos palmeros interesados fueron los primeros en decirle de todo menos bonita. En realidad, no la respetaron nunca. Respetaban su regalado poder político, que le llegó de carambola cuando se encaramó sorpresivamente en la presidencia del ya entonces más que desprestigiado Cabildo conejero. Pero mientras se mantuvo con uñas y dientes en el poder, se ganó a su vez la simpatía comprada del otro poder mediático que tantas veces se torna en mediocre. Despojada de los oropeles, se quedó en lo que era: una maestra de escuela empeñada en confundir cultura con costura, en mezclar educación con chocolatadas y coches fantásticos. Hoy la llaman Chana la Chocolatera hasta los que en su día nos tachaban de lo último a los que desde un principio nos limitamos a advertir, como el niño del cuento, que el rey iba desnudo.

El “Titanic” de Chana se fue al piso o al fondo del mar justo cuando ya navegaba hacia Lanzarote a poner en práctica la afamada política-excursión, de la que luego fue fiel continuador el recién condenado Juan Ramírez Montero, como contamos aquí mismo la pasada semana. Toda esa política populista siempre acaba haciendo agua. Y dejando ahogados en el camino... o al Cabildo conejero con el agua al cuello, tanto monta. Y lo peor es que nunca pagan los errores y los dispendios cometidos con el dinero de todos los lanzaroteños los causantes públicos de los mismos, sino todo el conjunto de una sociedad que supongo que alguna culpa alícuota debe tener también cuando sigue acudiendo a votar a esta tropa. (de-leon@ya.com).

Chana en el Titanic
Comentarios