martes. 29.04.2025

Como no aspiro a ser “chica Almodóvar”, puedo decir -incluso a riesgo de que me linchen los vigilantes de la corrección política y cultural- que no me gusta, ni tantito así, el cine del manchego. Eso no es negar su talento, claro, porque hay que tenerlo, y mucho, para vender como arte sublime e internacionalmente reconocido lo que sólo es cáscara... pero cáscara enamorada, por remedar al poeta. Pocas veces me he salido del cine (sobre todo porque no me ha dejado la otra parte contratante, o acompañante), pero dos de esas escasas ocasiones fue en mitad de dos bodrios infumables repletos de diálogos no superiores a los de cualquier teleserie española actual o de cualquier peliculilla de los hermanos Ozores. Cierto que Almodóvar no es el único director “de culto” que firma obras con diálogos para besugos. En caso de duda, véase el último insulto a Billy Wilder perpetrado por Bigas Luna, que lleva años en caída libre.

Almodóvar, conocedor de Lanzarote en calidad de turista, se ha decidido a rodar su próxima ocurrencia en esta pobre islita rica sin gobierno cocido. No le arriendo las ganancias en esta ocasión, pese a su nombre y a su inflado prestigio. Si es medianamente supersticioso, debería saber que ninguna de las muchas películas que se han grabado -total o parcialmente- en nuestra isla ha contado con la bendición de ningún crítico medianamente serio y exigente ni ha arrasado en las taquillas.

Lo que sí está funcionando ya es la novelería, que tiene a cientos de residentes locos por ejercer de figurantes o figurines en esa próxima película almodovariana. Menos mal que el director no es el tal Vicente Aranda (otro viejo verde que va en picado, como es triste fama), porque entonces las muchachas deseosas de verse fugazmente en las pantallas tendrían que acudir a las pruebas de selección con las bragas en las manos.

-¿Tú qué quieres ser, mi niña?

-Actriz... o actriza, señor Aranda.

-Vale, vete desnudándote. Muéstrame tus talentos...

Madrugadas atrás pasaban un documental en el Digital Plus en el que se volvía a hablar de Lanzarote por el único motivo que siempre se habla de nuestra isla en Hollywood: el rodaje en las playas de Papagayo de un bodrio que en España se llamó “Hace un millón de años”, una película mala, mala, mala donde Raquel Welch es la chica buena, buena, buena en el más amplio sentido de la palabra. Prueba empírica de que hay muy malas películas que le han dado muy buena publicidad internacional a Lanzarote. La isla vale lo mismo para hacer de decorado de una producción sobre cavernícolas y dinosaurios (que tampoco es chiquito contrasentido histórico, por cierto) que de otra de ciencia ficción, como fue el caso más reciente de “Enemigo mío”, una cinta alemana que generó además una gran polémica en su día en la prensa local por el movimiento de grandes cantidades de piedra lávica que generó su costoso rodaje. Toneladas de volcán fueron embarcadas entonces hacia unos grandes estudios en el centro de Europa.

Total, que este verano tendremos en Lanzarote a Pedro Almodóvar y a José Luis Rodríguez Zapatero. Dos progres psoecialistas, aunque no sabría decir quién tiene más película de los dos... (de-leon@ya.com).

Chinija Almodóvar
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