Incluso los periódicos teóricamente serios le dedican páginas a cascoporro y a puntapala a la matraca consumista de la moda y entrevistas a los modistos más listos como si éstos fueran o fuesen filósofos principales que tienen cosas importantes que decir sobre política, cultura y por ahí (la misma ridiculez que repiten en algunos concursos de belleza, cuando se les pregunta a las intelectuales que van en bragas sobre el escenario por el sentido de la vida, si lo hubiera o hubiese). Coges diarios supuestamente prestigiosos, caso de El País, El Mundo, ABC y por ahí, y ves más espacio dedicado a esa simplonada de la Pasarela Cibeles 2008 -o nombrete similar- que a otras cuestiones de cierta o teórica enjundia. Ni siquiera las crónicas que al respecto de la tal Cibeles firma en el ABC mi admirada Rosa Belmonte despiertan mi ánimo lector... y eso que estoy acostumbrado a leer casi de todo, pero también todo tiene un límite en esta vida, y hasta ahí podíamos llegar.
Si no recuerdas al autor de una frase medianamente ingeniosa, con que digas que la escribió Oscar Wilde quedas de cine. Pero la que sigue es auténticamente suya: "La moda es un esperpento tal que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses". Pero tampoco hay que ser Wilde, el más celebrado de entre los escritores homosexuales, para caer en la cuenta de que la moda es la cultura de los tontos, o la cultura de los que no tienen otra cultura medianamente sólida. ¿Por qué ese virus del seguidismo descerebrado afecta o ataca, principalmente y como es triste fama, a la juventud? A lo peor, porque ahí la personalidad está todavía en formación (o en deformación, en muchos casos, gracias a la televisión o a la poca Educación que nos va quedando por aquí abajo). Por eso el chinijo que anda ayuno de esa mínima personalidad hace, como el adulto cuando también va huérfano de lo mismo, lo que la mayoría del grupo, y se coloca -un suponer- en la lengua el tornillo que le falta o que le baila en el cerebro, o el candado en el ombligo, según diga el líder de turno de la secta del agujero... o el homodisto que odia a la mujer y la prefiere hombruna, machihembrada, machona o tonta del ano (anoréxica), y así vemos luego arrastrando su profunda tristeza sobre las pasarelas de marras esas cadavéricas niñas tristes, saquitos de huesos andantes sin forma (femenina) ni fondo (humano). Si eso no es pura dictadura del peor gusto, que vengan de la mano Castro y Chávez (dos expertos en “regímenes” totalitarios) y lo juzguen.
Otra verdad de cajón es la que sentencia que las personas insignificantes siguen la moda, las presuntuosas la exageran y las de buen gusto pactan con ella. Y también se ha dicho que la autoridad de la moda es tan absoluta que obliga a ser ridículo para evitar el riesgo de parecerlo. Curiosamente, nunca se ha puesto de moda decir la verdad. Nunca fue política o socialmente correcto advertir que a la reina (de la frivolidad o la superficialidad) se le están viendo las vergüenzas. En el cuento sobre el otro rey desnudo (“El traje del Emperador”), tuvo que ser un niño, ajeno a la diplomacia, el que señalara la evidencia ante unos adultos ciegos en su afán de piropear primero el traje inexistente y en imitar luego la payasada para congraciarse con la alta sociedad de la época.
En la década de los setenta del siglo pasado, casi todos los que siguen a pie juntillas las modas como imitan los monos los gestos ajenos (puro mimetismo animal), se dejaron aquellas patillas enormes y se enfundaron sus espantosos pantalones de campana. Hoy, todos los que pasaron por el aro de la estúpida moda andan todavía rompiendo las vergonzantes fotos que se hicieron por aquel entonces.
Si estás por seguir la otra moda boba (con perdón por la redundancia) de celebrar este San Valentín de 2008, llévale la contraria al modisto listo que te odia y que ha hecho negocio con las que son tan llevaderas. Hazlo no más que porque te da la real gana, o porque tú lo vales. Tira el catálogo de la tienda a la basura. Hay mejores cosas para leer. (de-leon@ya.com).