miércoles. 30.04.2025

Estarás comprobando en estas precisas fechas que otros tienen por preciosas que hay teóricas felicitaciones navideñas muy poco afortunadas o felices, valga la cuasi redundancia. Y ahora se nota más que nunca antes con el invento de la telefonía móvil, que es un gran hallazgo tecnológico cuyas innegables virtudes no voy a glosar aquí y ahora, pues no tengo alma de publicista, pero cuyas desventajas también se cuentan por docenas, como no ignora a estas alturas ni el más tonto del pueblo ni el más despistado de la clase. ¿Inconvenientes o ventajas que más parecen lo contrario? Un suponer: el envío masivo de los mensajes (sms para los amigos y demás personas piadosas) para felicitar fechas o efemérides muy señaladas, tal que las navidades, fin de año, año nuevo y por ahí, en donde la creatividad o la propia iniciativa literaria no es precisamente la gran triunfadora, antes al contrario. No cuento nada nuevo porque seguro que en estas fechas y en estas fiestas ya habrán tenido todos los sufridos lectores ejemplos a docenas. Conozco algún amigo con muy poco espíritu navideño y muy mala educación, aparte de una nula capacidad para relacionarse con el otro sexo, que cambiaría, con los ojos cerrados y sobre la marcha, felicitaciones por felaciones, si se me permite y disculpa la fea forma de señalar. Pero ni en el “año del conejo” va a tener suerte, al paso que va.

Como casi todo hijo de vecina, este lunes 24 de diciembre de 2007 he visto cómo iban aterrizando en mi móvil y en el correo electrónico toda una riada de mensajes y felicitaciones que, salvo contadas y agradecidas excepciones, eran unos copia descarada de otros, mientras otros eran plagio desvergonzado de unos. ¿Dónde queda la mínima originalidad, si la hubiera o hubiese? No niego la gracia de algunas de esas gracietas (valga la redundancia), aunque hayan sido fusiladas casi todas de internet y por ahí, pero se fastidia totalmente y tontamente el invento cuando coincide que varias personas o amigos algo perezosos te han enviado el mismo chascarrillo. Razón de más para no responder al mensaje de marras, incluso a riesgo de quedar como un grosero ante el felicitador o felicitadora. Para grosería, la suya, bien mirado.

El año pasado, alguna de las tonterías más repetidas (y de peor gusto, para mi gusto) eran de este tipo: “Feliz Semana Santa. Asociación de Enfermos de Alzheimer”. Para partirse de risa. Desternillante, como es de ver. Otras basaban su supuesta hilaridad en las palabrotas, al estilo vulgar de las murgas carnavaleras o los infraprogramas televisivos: “Cuando un sueño se cumple, un pequeño duende esboza una sonrisa. Que este sea el tiempo en que tu duende aprende a sonreír. Y si no sonríe con su tierna carita, dale una buena patada en la boca y retuércele los coj... hasta que sonría el cab... del duende, que al fin y al cabo es el único favor de m... que le pides en todo el p... año. Feliz año”. Y así, casi todo por un mismo estilo, salvo las contadas excepciones protagonizadas por los que, una vez que deciden felicitar o saludar de forma especial a alguien, se toman al menos la molestia de escribir algo personal u original.

En verdad les digo que con tanta bobería felicitadora navideña acabas echando de menos un simple, sincero y sencillo “Feliz Navidad”, aunque no creas ni la efeméride ni en los ritos propios de la misma.

En no pocas ocasiones, lo más original es lo más sencillo. Y sobre los chistes malos y las rimas fáciles que de cara al inminente 2008 llegarán en cascada, casi mejor dejar el móvil apagado y no abrir ni loco ni borracho el correo del ordenador. Crisis turística no sé, pero crisis creativa no hay duda que haberla hayla, a fe mía. (de-leon@ya.com).

El año del conejo
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