miércoles. 30.04.2025

Las autoridades políticas del Ayuntamiento de la caos-pital lanzaroteña optaron finalmente, en tardía pero siempre en buena hora si lo comparamos con anteriores orgías dilapidadoras, por cambiar la tradicional cena o almuerzo navideño con los medios de comunicación por un simple o simplón cóctel (molotov tendría que ser, para que se le quite la bobería a más de uno). Al brindis de marras acudieron, aparte de los sufridos periodistas invitados, miembros -y miembras- del desunido grupo de (des)gobierno municipal, e integrantes -e integrantas- de la intrigante oposición... a excepción, afortunadamente, de los dos concejales de Alternativa Ciudadana, los reputados aguafiestas Ginés Barreto y Andrés Quintana (no es errata ni error: el orden de los apellidos no altera el producto final). Felicitaciones navideñas aparte, felicito por partida doble a ambos concejales, que se han borrado también de la otra cena de navidad que el mismo Ayuntamiento organiza “sólo para los concejales”... y pagan la broma los de siempre: los ciudadanos que no deben culpa de ese descarado desmadre, aunque alguna parte alícuota de responsabilidad sí que tienen cuando acuden a votar a estos mismos y no se les cae la papeleta de las mano ni la cara de vergüenza.

Nunca aplaudo ni felicito ninguna decisión política (si es errónea, porque es errónea; si es acertada, porque para eso les pagamos el sueldazo a quienes la toman: para que acierten). Pero ya dije ayer que no puedo estar en contra de algo por lo que llevo abogando en esta misma tribuna impresa y digital desde hace lustros: la definitiva eliminación de esa horrible y obscena costumbre de agasajar a los periodistas con unas comidas a las que invitan los políticos, como si fueran ellos quienes las pagan, y unos políticos distribuyen unos regalos que no han comprado, y esos mismos políticos se permiten el lujo de dar lecciones a los invitados sobre lo divino y lo humano, cuando no abroncan directamente a los invitados que comen y callan y permiten la rociada, arrogándose los arrogantes una autoridad, un conocimiento y un paternalismo que nadie les ha concedido. La gran culpa, en cualquier caso, es de quienes aceptan encantados y de mil amores tamañas y tan envenenadas como obscenas invitaciones a comer a cuenta ajena.

Verdad es también que cada vez me siento menos solo en esta humilde lucha contra el descaro político. Este año se ha sumado a la denuncia de lo obvio y lo obsceno Teresa Cárdenes, la periodista más valiente a este lado de Oriente (insular archipielágico) y subdirectora a la sazón de un diario de esa misma provincia oriental: “Me declaro objetora de almuerzos, cenas y otras cuchipandas navideñas pagadas con dinero público para que algunos de nuestros más insignes próceres se den todos los años un baño de vanidad rodeados de periodistas de toda Canarias. Y en vista de que el desmadre amenaza con ir a más, alguien debería empezar a plantearse si es socialmente aceptable que el Gobierno de esta nuestra comunidad cargue todos los años sobre el bolsillo del contribuyente la compra de billetes de avión, la contratación de guaguas y el correspondiente servicio de comida para trasladar de una isla a otra a docenas de periodistas con el único fin de sentarlos a almorzar con los miembros del Ejecutivo. (...) El gesto no sirve socialmente para nada, excepto para hacer perder un día de trabajo a los que viajen, con nulo rendimiento informativo y, lo que es mucho peor, a costa de cargar la factura sobre el lomo de los contribuyentes. (...) Un derroche sin paliativos que no admite la excusa de la cortesía. (...) Si se quiere felicitar las pascuas a los periodistas, que nos manden un correo electrónico y, con él, el tostón de discurso preparado para la ocasión. Y si quieren una cuchipanda, que la factura la abonen a escote todos los asistentes. Con el bolsillo más limpio y la conciencia más tranquila”.

Ya ven, a lo del escote me apuntaría hasta yo...

NAVIDAD: Lo veo y lo leo en un suplemento del diario El Mundo: Andrea Jiménez tiene 21 años y dos hijos. Es la más bella de las cuatro prostitutas que comparten una horrorosa choza. Cobra unos cinco euros por servicio. Le da igual si la tratan bien o mal: le basta con ganar dinero para poder comprarse una casa y vivir en paz con sus hijos. Habla así: “Los hombres no sirven para nada. Prefiero estar sola. No me gusta el sexo, no sé lo que es un orgasmo; lo hago sólo por dinero. Los hombres únicamente dan problemas. El hombre es un parche donde una no tiene el dolor”. Felices fiestas. (de-leon@ya.com).

El escote más atractivo
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