La historia siempre se repite, como decían en el Instituto los que suspendían invariablemente esa asignatura. Y la histeria, ni te cuento. Lo hemos vuelto a ver con la actuación fallida del cantante con nombre similar a la tribu india a la que también le acabaron tomando el pelo los gringos (eran ellos los que arrancaban las cabelleras a los pieles rojas, pero el cinismo historiador y el mal cine han convertido en mito justo lo contrario). Se repite con el tal Chayanne, aunque él no deba culpa, el engaño habitual entre los profesionales de la rapiña institucional, que en nuestra isla son legión, como es triste fama.
Recuérdese no más, por seguir hablando de cantantes con más cáscara que contenido e igualmente hispanoamericanos, el también sonado caso de lo que aquí dimos en llamar como “la cantante muda”. Ocurrió hace apenas unos años, y los protagonistas entre bambalinas han sido prácticamente los mismos, porque loro viejo o chapucero no aprende idiomas ni a tiros. Año de gracia de 2003, ahí justo al ladito de la esquina del tiempo. Para las decadentes fiestas de San Ginés de la caos-pital lanzaroteña, los linces de turno se trajeron como artista estrella o estrellada a otra que respondía al nombre de Patricia Manterola (muchacha que está como para comérsela y que lamentas no habértela comido cuando la escuchas hacer como que canta). La ya crecidita chinija fue contratada por aquellas fechas por el Ayuntamiento de Arrecife en su calidad -se suponía- de presunta cantante, para que actuase allá por el ecuador de los “sangineles”, en mitad de uno de esos degradantes mercados de carne femenina que los adictos a los eufemismos dan en llamar concursos de belleza. Pero la cantante no cantó, aunque dio el cante: hizo como que cantaba, a través del método que los políglotas o papafritas más papanatas llaman “play-back” (con perdón por el estúpido anglicismo). Total, un engañabobos que olía que apestaba a genuina estafa artístico-musical. Un intolerable (bueno, intolerable no, porque se ha tolerado e incluso jaleado desde hace años... y ahí seguimos) insulto a la inteligencia del respetable al que no respetan. No cantó aquella vez la mencionada Manterola, pero cobró como si hubiera o hubiese cantado (casi cuatro millones de pesetas de la época).
Con lo del concierto del tal Chayanne, según dicen quienes lo soportaron (estafadas por partida doble las que pagaron todos los euros de la entrada, pues después a las más rezagados se las acabaron regalando), también hubo algo de voz enlatada o pregrabada. Pero allá el respetable público que no se hace respetar, al que tanto le da que le den gato como liebre.
¿Se imaginan los lectores al carpintero pasándoles la factura por el arreglo de la puerta del garaje que no ha hecho? ¿Y al camarero cobrándote la copa que no te ha servido? Inimaginable, claro... excepto si el que paga la engañifa es el Cabildo y los ayuntamientos conejeros o conejos (como si ese dinero no fuera también tuyo...).
Los que menos culpan tienen en esta estafa continuada son los cantantes de marras, como ya queda dicho. Ni la Manterola ni el Chayanne: los culpables de esa inmensa y repetida tomadura de pelo son listillos del país, con exceso de afán recaudatorio y absoluta falta de vergüenza, visto lo visto (que no escuchado). O sea, políticos inútiles (con perdón por la redundancia) y sacamantecas adosados a aquéllos. (de-leon@ya.com).