miércoles. 30.04.2025

Si puedo evitarlo, nunca asisto a las celebraciones de cumpleaños (ni propios ni ajenos). E incluso me malicio que, después de los 25 -aproximadamente-, eso de celebrar un cumpleaños es casi un imposible, o “contradictio in terminis”, por decirlo en latín ahora que se volverá a decir las misas en nuestra mítica y mística lengua madre. Pero el otro día me invitaron a una de esas tristes efemérides, por persona interpuesta, que era la que conocía a la imperfecta (interfecta, quise decir) cumpleañera, que es como ir a la boda (bobería social a la que tampoco asisto ni en broma ni borracho, salvo casos de extrema gravedad) sin conocer ni por referencias al novio ni a la novia que van juntitos al precipicio, los pobres. Cuánta razón tenía el gran Enrique Jardiel Poncela cuando escribía que “patrimonio es un conjunto de bienes, y matrimonio es un conjunto de males”.

-¿Cómo voy a ir, si no conozco de nada a esa persona? ¿Dónde se ha visto eso?

-Tú vienes conmigo y ya está. Sólo tienes que ir vestido de blanco, que es una cosa que ahora se está poniendo de moda.

Ya salió la palabra clave: moda. Razón de más para no dejarse caer por el lugar ni por una apuesta. Era lo único que faltaba: quien cumple años decide cómo tienes que ir a celebrarlo. Pero toda tontería encuentra fácil acomodo en la moda de marras. ¿Quieres matar a una mujer de treinta y tantos para arriba? Basta con una inocente arma blanca: una foto suya de los años ochenta del siglo pasado, con aquellas pelambreras y aquellas desmesuradas hombreras, que las llaman. Cuando iban disfrazadas de semejante guisa pensaban que estaban irresistibles (lo estaban: yo no las resistía tampoco). ¿Cómo no iban a estarlo, si iban a la moda? Ahora matarían a cualquiera que tenga unas fotos suyas de la época (muy difíciles de encontrar, por cierto, porque la mayoría las han roto o quemado ellas mismas).

Allá cuando el Instituto, una atentísima alumna tuvo la ocurrencia de organizar por su cuenta y riesgo una fiesta con motivo de mi cumpleaños. Un éxito de organización rotundo, valgan verdades: asistió toda la clase en peso, y los profesores. Apenas se registró un fallo, muy pequeño y casi insignificante: sólo faltó al cumpleaños el que cumplía años. Uno no se gana fama de antisocial por las buenas, ni de la noche al día. Eso lleva un trabajo y un historial que hay que currárselo a lo largo de toda una vida. Palabra de un profesional.

NOTA AL MARGEN: En hablando de atentas invitaciones, el correo tradicional me trae la que me envía don Juan Fernández-Layos Rubio, presidente del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, con motivo de la inauguración de la exposición “Donación García Viñolas”, que tendrá lugar el próximo lunes 17 de septiembre a las 8 de la tarde (20.00) en Madrid. Para una vez que Correos me trae la invitación a su debido tiempo, y no después de haberse producido el acto, toca la casualidad que el próximo lunes me agarra en Marruecos, no en Madrid. En ese mismo Marruecos, por cierto, en donde también acaba de triunfar en las últimas elecciones la bendita abstención. Loado sea Alá. Los vecinos del Reino alauí, que te vi, sabedores de que gozan -o sufren- una democracia sólo formal (igualito, igualito que en España, aunque nos creamos el primer mundo y quinto de Alemania), les han dicho a los políticos que se queden con su paripé democrático, que ellos se quedan en casa. Es un análisis simple. E incluso simplón. La realidad política y social marroquí es demasiado compleja como para abordarla de un solo trazo en una columna (ya me lo tiene advertido el director de un afamado periódico de Marruecos, que me dijo de todo menos batatero en un reciente comentario editorial), y tampoco es esta tribuna la más adecuada para marcarse un sesudo editorial al respecto. Pero, como abstencionista convicto y confeso, cada día más convencido de ese credo, toda abstención electoral registrada en países que se dicen democráticos y no lo son más que de boquilla es la mejor bofetada al mal uso del mejor sistema político conocido. (de-leon@ya.com).

La de la foto eres tú
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