Este jueves toca onomástica de San Francisco de Sales, también conocido como el santo de la amabilidad. Los periodistas, que también son todos unos santos (ejem...), lo eligieron tiempo ha como su patrón, no sé si por el hecho de que cuando reabrieron su tumba diez años después de enterrado su cuerpo permanecía aún incorrupto, con la sonrisa estampada en el rostro y unas manos tan bellas que se orquestó una exposición pública del cadáver para que la gente acudiera a besarlas. Parece un pasaje de alguna novela de Gabriel García Márquez y su realismo mágico, pero es verdad de la buena. Pero tampoco fue el de San Francisco de Sales el único cadáver con sonrisa estampada. Aquí y ahora tenemos en Lanzarote, un suponer, el pacto PSOE-PIL, que también está muerto y huele mal desde hace semanas y por ahí van algunos ejerciendo de zombis y haciendo ver que la criatura todavía respira. De cosas incorruptas no sé, pero de corrupciones sabe la prensa -la de aquí y la de Pekín- la tira.
Siempre me llama la atención que sea precisamente la isla canaria con más medios de comunicación de todo el Archipiélago la única que no celebra, ni de pasada ni en broma ni por equivocación, la fecha de su teórico patrón. En Gran Canaria se celebra este miércoles una mesa redonda para hablar de periodismo, y para el jueves se ha previsto una misa de acción de gracias en la Catedral de Santa Ana. Todo en honor del patrón del gremio. En Lanzarote, ni flores. ¿Cómo no va a ser paradójico eso en el territorio español con más medios de comunicación por kilómetro cuadrado?
El pasado año la efeméride sobre San Francisco de Sales coincidió con la aparición en toda la prensa mundial de la triste noticia de la muerte del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, reputadísimo nombre y apellido que no conviene repetir en voz alta si uno no es polaco y hay gente alrededor. Kapuscinski era de la idea equivocada (lo siento, se siente) de que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¡Y un cuerno! Añadía el maestro que no se puede hacer buen periodismo desde el cinismo. Si eso fuera o fuese cierto, nos cargaríamos de un plumazo toda la gran escuela americana del mejor periodismo del siglo pasado, de cuyo inherente cinismo dio buena cuenta al menos en dos películas (las dos que están consideradas como las mejores del cine sobre el cuarto poder) el también centroeuropeo de nacimiento Billy Wilder.
Tengo para mí que hay cosas peores que el cinismo en la profesión. Algunas de ellas las retrataba la periodista vasca Isabel San Sebastián: "No está de más advertir que, en el momento actual, por cada periodista digno de ese nombre que honra la profesión circulan varios truhanes que la ensucian con su conducta. Hoy abundan entre nosotros los coprófagos comedores de excrementos, muy apreciados por el mercado audiovisual. Proliferan los carroñeros mediáticos, que se caracterizan por deglutir impunemente cadáveres famosos y saciar su sed de audiencia con lágrimas ajenas cuya administración irresponsable conduce al linchamiento. Se multiplican los que instigan broncas de plató que acaban en los tribunales y bloquean a una Justicia ya de por sí saturada. Y surgen del rincón más hediondo los explotadores de niñas asesinadas, fuente infalible de morbo e ingresos multimillonarios. Pero, si de millones hablamos, es menester mencionar a la categoría más peligrosa de cuantas integran esta fauna de reptiles mediáticos: la de los mercenarios. Son los que visten trajes de marca caros y en apariencia son respetables y hasta prestigiosos. Son los que no se ensucian las plumas o las bocas con cotilleos de cama y no cobran por insultarse ante millones de telespectadores. Se limitan a prostituir la esencia misma del oficio, consistente en garantizar que el poder responda de sus actos ante el ciudadano, informando puntualmente a éste de todo lo que hace o deja de hacer aquél. Han renunciado a servir a su público, a sus oyentes o a sus lectores, y prefieren cumplir dócilmente las órdenes de quien les paga, transmitiendo las consignas del amo (sea político o empresario) con una eficacia proporcional a la cuantía de la retribución. Es hora de recordar que ser periodista es otra cosa. Es buscar la verdad para contarla en voz alta y reforzar esa columna de transparencia sobre la que ha de sostenerse cualquier democracia. Es vigilar al poderoso, denunciar sus abusos y alertar sobre sus carencias. Es oponerse con coraje a cualquier intento de opresión o amenaza. Es creer a pies juntillas que el derecho del ciudadano a la información es sagrado y que ha de prevalecer sobre cualquier otro. Es no entrar en el negocio de las entrevistas pactadas y tarifadas. Es estar dispuesto a pagar el precio de la independencia, que suele ser elevado. Es rechazar los sobornos. Es no utilizar el propio prestigio o influencia para obtener ventajas personales. Es anteponer la vocación a cualquier otra cosa".
Ahora llega la campaña electoral de cara al 9 de marzo. Malos tiempos para la profesión más bonita del mundo y parte del extranjero, pues ya empiezan a amarrarse las entrevistas pactadas y pagadas. El soborno se huele en el aire. (de-leon@ya.com).