miércoles. 30.04.2025

Mi confidente (confidenta la llamarían los toletes del infralenguaje políticamente estúpido, pues es mujer) en Coalición Canaria en Tenerife me envía por correo electrónico copia de la información que adelantaba el pasado 18 de noviembre el diario ABC, la cual no ha sido desmentida hasta el día de hoy: “CC estudia añadir los nombres aborígenes de las islas en el Estatuto de Autonomía”. En realidad, ya había visto, leído, hojeado y ojeado esa página de la edición para Canarias del citado periódico, pero a mi sufrida garganta profunda chicharrera le extraña sobremanera que no le haya dedicado al notición de marras ni una sola línea en esta humilde tribuna impresa y digital, de la cual ella es sufrida lectora, la pobre:

-Chacho, no me creo que hayas leído esto y que no vayas a escribir nada. ¿Seguro que estás bien y no tienes fiebre o algo?

Cierto es que la broma (la propuesta, quise decir) tiene una columna. E incluso más. Pero siempre que te lo tomes como lo que es, porque queda claro que lo que no es serio hay que tomárselo a chacota, en buena lógica. Que la cosa no sea seria (que no lo es, a fe mía) no quiere decir que los cerebros pensantes que están detrás de la ocurrencia no lo hayan dejado caer en serio. Vamos, casi tan en serio como dice Cubillo sus cubilladas sobre el áfrico como moneda insular canaria y tiro porque me toca o el juramento de los cargos públicos de la futura República Federal Canaria y dos piedras sobre una palangana con restos de guanches auténticos con denominación de origen (no se me ría nadie, por favor, que un respetito siempre es muy bonito).

Así lo contaba el ABC: “Dar rango oficial a los nombres con los que los aborígenes designaban a las islas. Esta es una curiosa propuesta que Coalición Canaria estudia incluir en su programa electoral para las próximas elecciones generales de marzo de 2008. Esta iniciativa podría sumarse a la tradicional reivindicación nacionalista de variar la actual bandera de Canarias por la de las siete estrellas verdes. (...) La idea pretende que se incluya a la actual propuesta de reforma una enmienda que añada los nombres aborígenes a las islas como cooficiales. Y, según su autor, es una manera de conservar lo poco que nos queda de la herencia guanche y, ya en el plano político y mediático, es una forma de que se haga un poco más de caso a Canarias”.

El nacionalismo es lo que tiene: culo veo, culo quiero. Actúa por imitación, como los monos o los chinijos, como es triste fama. Que vascos y catalanes etnomaníacos hablan y no paran de identidad propia (con perdón por el pleonasmo), de banderas y de idiomas diferenciadores, pues ahí tiene que estar el nacionalismo asirocado insular hablando y reclamando lo mismo, aunque a falta de lengua propia haya que recurrir a los nombres o nombretes de allá cuando los antepasados de los soberanistas canarios llegaron por aquí abajo a cristianizar y civilizar bárbaros con la Biblia en una mano y la espada en la otra.

Total, que de salir adelante la propuesta que CC tiene ahora mismo en la cocina, los nombres cooficiales de las 7 islas canarias (las que cuentan con cabildo propio, La Graciosa y Lobos aparte) serían los que siguen:

Lanzarote: Titeroygakat, Titerogakaet o Titeroigatra (táchese el que menos guste).

Fuerteventura: Erbania o Erbani.

Gran Canaria: Tamarán (como las galletas, aunque los aborígenes de la isla redonda jamás llamaron a su isla de esa manera que se ha popularizado en falso, como saben los historiadores medianamente serios).

Tenerife: Chinet, Achinet, Achineche o Asensen.

La Palma: Benahoare.

La Gomera: Gomera o Gomahara.

El Hierro: Hero o Eser.

Como corran la misma suerte que el empeño de Juan Antonio de Ajei por añadirle el topónimo De la Hoz (¿o era al revés?) al céntrico municipio que ombliguea Lanzarote (este San Bartolomé desde donde les escribo), no les arriendo las ganancias nominales a los esforzados ideólogos o chorrólogos (los que paren chorradas) de CC. (de-leon@ya.com).

¿Lanzaroteños o titerroygatos?
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