José Luis Rodríguez El Puma (Zapatero, quise decir) es un político muy efectista y poco efectivo, como es triste fama. Todo se le va en fuegos de artificio, en actos de cara a la galería (progre), en aparentar antes que en ser. Claro que el efectismo suerte efecto, aunque no sea eficaz: da votos. Su discurso -si lo hubiera o hubiese- es hueco, repleto de lugares comunes y frases hechas que suenan muy bien a ciertos oídos fácilmente manipulables. Mírese no más la palabra clave de la pasada legislatura: “talante”. Todavía hay miles de periodistas repitiendo como loros una cosa que no significa absolutamente nada si no va precedida -como mínimo- del adjetivo bueno, malo o regular.
ZP nombra a sus nuevos/viejos ministros. ¿Y qué leen ustedes acto seguido en todos los titulares de todos los periódicos que en España son? ¡Más mujeres que hombres! Lo menos importante de la noticia es lo que todos destacan como noticia principal, y que era lo que buscaba el presidente sonriente: el efecto... óptico. De ahí lo que digo del político más efectista que efectivo. Su profeta o profetisa perfecta en Lanzarote es Manuela Armas, la bienpegada, aunque no sea militante o militonta de esas siglas: lo ampuloso de su discurso repetitivo y simplón se da de cara con los hechos, que no existen, porque todo se le va en vender humo, como el que todavía humea en Zonzamas.
¿Y cómo no hablar de Carme Chachón, que es mujer, joven, guapa y anda embarazadísima? ¡Ministra de Defensa, con dos... tacones! Ni les cuento la de columnas que me he leído durante este fin de semana que se pueden resumir con un “Susórdenes, mi ministra”. Nadie parece haber caído en la cuenta de que cuando ella salga de cuentas, valga la redundancia contadora, estaremos unos cuantos meses sin ministra, por baja maternal... a no ser que Juan Fernando López Aguilar, que se ha quedado compuesto y sin novia, haga el papel de zorrocloco, que está muy arraigado en la tradición insular canaria (zorrocloco: deformación de clueco; señala al marido de la parturienta que se queda en casa casi derrotado después de que aquélla diera o diese a luz; un listillo aprovechado, dicho en cristiano).
Otros se llevan las manos a la cabeza porque resulta que la ministra de Defensa, aparte del hecho de llevar faldas, se declara pacifista de toda la vida de Dios. ¡Dios santo! Y lo peor es que me temo que Carme Chacón ni siquiera ha hecho la mili... Igualito, igualito que el ministro de Defensa que teníamos en España cuando me tocó hacerla a mí, allá por el pleistoceno inferior: el tal Narcís Serra, que también era psoecialista y que se salvó de ir al Cuartel por pies planos (manejaba mejor las manos, con las que hacía como que tocaba el piano). ¡Y encima Carme es joven y fogosa, la condenada! Como el valor al soldado, la fogosidad a la ministra de Defensa también se le supone... no sólo por joven, sino por embarazada, que es un estado al que no se suele llegar jugando sólo al parchís. Embarazosa situación, a fe mía.
Lo escribía Santiago González en su columna de este lunes en El Mundo: “Ser pacifista es mega-guay, pero no supone cualificación para la gestión de Defensa”. Conviene recordar que ese Ministerio de Defensa se llamó, en tiempos, Ministerio de la Guerra. Y tampoco hay que olvidar que otro psoecialista, Javier Solana, empezó llevando la pancarta del “OTAN, de entrada NO” y terminó ejerciendo de secretario general de la misma NATO (dicho en inglés, o leído por el retrovisor del coche).
Que no se entere el correligionario de ZP en Lanzarote, Enrique Pérez Pachorra (Parrilla, quise decir), que el presidente ha nombrado a tantas ministras tan “jóvenas”, como dirían las de Mararía. En este mismo medio hizo pública Pérez Parrilla su doctrina sobre los jóvenes, que suelen/solemos ser tan fogosos que no tienen/tenemos tiempo para otra cosa que no sea el fornicio y otros vicios y demás “guarrerías españolas”, que diría el gran Chiquito de la Calzada. Eso sí puede ser un problema serio: la bisoñez política. No sé si es el caso de esa otra chinija a la que han nombrado, creándole un Ministerio al efecto el efectista ZP, como ministra de Igualdad, o nombrete similar. Mucho cuidadito con eso, que de ahí a la guerra de géneros sólo hay un paso (Zapatero se ha revelado como especialista en crear conflictos allí donde no los había, como el de la Ley de la Memoria Histórica o la Educación para la Ciudadanía, con perdón por los pleonasmos a puntapala). También lo advertía en El Mundo de este lunes, en la esquina que heredó de Francisco Umbral, otro maestro de la columna impresa, Raúl del Pozo: “No hay más género que el género humano. Las mujeres son tan excelsas o miserables como los hombres”. Es una obviedad, de acuerdo, pero a veces hay que recordárselas a los que creen que descubren océanos o pólvoras (mojadas) con esta política para epatar a tres patanes... y patanas. (de-leon@ya.com).