[Con permiso y perdón del gran José de Espronceda, cuyo antológico poema desesperado he trocado en ripio veraniego por culpa del otro sofoco que me provoca todos los años por estas fechas el que parece ser el único asunto que nos ocupa y preocupa en Lanzarote, sabedor además de que el Cielo no me privilegió con el talento rimador de la gran Laura Campmany, cuyos romances diarios en el ABC de este verano son de antología, como el que le dedicaba días atrás a la ministra que fomenta el caos en toda España]
En pleno siglo XXI,
en su séptimo año ya,
me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír a los más melones
horrísonos bramar:
que si ganó Paca Jones,
que si perdió Marimar.
Me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las chinijas
con su belleza iluminar.
Y en certámenes y concursos
verlas, guapísimas,
participar una vez más.
Qué felicidad.
Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.
Quiero ver las calaveras
de políticos y diseñadores
saltar hechas añicos,
como las ilusiones de las mozas.
Que no hay derecho, vive Dios,
a que todos los años se repita
la misma tragicomedia
con idénticos protagonistas.
Analfabetos funcionales
elevados a los altares
por el reporterismo más tolete.
Que ya tiene bemoles
darles tanta ancha cancha
a diseñadores de la nada
que tienen el gusto justo allá,
do pierde su nombre la espalda.
Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
y se acabe este esperpento.
La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un diseñador,
volverse como tea,
y oír como chirrea.
Qué gusto, qué placer.
Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar,
moverse los marujones
con ásperos chillidos
iguales a los alaridos
que anuncian el expiar.
Me gusta que al Infierno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
y a los de las artimañas
los cuelguen por los...
(por donde rima).
Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas
alegres apurar;
y en sus lascivas bocas,
con voluptuoso halago,
un beso a cada trago
alegres estampar.
Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y abiertas las navajas,
buscando el corazón;
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los bandidos
en llanto y confusión.
Me alegra ver a los dos,
al político y al diseñador,
caídos en un rincón.
Y que no vuelvan a dirigir
otro concurso de mozas.
Poco han de saber
de la femenina belleza
los que tiran por otra cosa.
(de-leon@ya.com).