Por abril, ferias (del libro) mil. Coincidiendo con la primavera, florecen al mismo tiempo que las flores las ferias del libro en España y parte del extranjero, en conmemoración de la muerte (supuestamente un aciago 23 de abril, como la de William Shakespeare) de Miguel de Cervantes, el autor de ese Quijote que a juicio de su tocayo vasco Miguel de Unamuno es la auténtica Biblia española.
En Canarias, las instituciones gubernamentales han aprovechado la fecha para conmemorar este año al más grande escritor que ha salido (en el más amplio sentido de la palabra) de las islas. Siempre que el nacionalismo oficial no pretenda convertir a Pérez Galdós en abanderado de cosa y causa tan estrecha de miras, tendremos la fiesta -y la conmemoración- en paz, pero sabidas son las fuertes tentaciones de los ombliguistas por arrimar toda ascua a su sardina endogámica, como es triste fama.
Incluso en Lanzarote, durante estos días de abril, ves a no pocos políticos manifiestamente ágrafos recomendándole a la gente que se ponga a leer, mientras ellos se dedican a la dura e ingrata tarea de gobernarnos. Siempre que veo -por poner un único y tierno ejemplo gráfico- a ciertos alcaldes o concejales de la Cultura que no tienen con sus dos manos ocupadas en un libro, aunque lo tengan del revés, posando con el extraño objeto para la foto en el periódico o el segundito en la tele, me emociono. No puedo evitarlo. Es algo que me supera y me puede.
De igual modo y manera, cada vez que llegan las ferias libreras, la inmensa mayoría de los periodistas españoles se conjuran o se confabulan para hacerle un homenaje al riquísimo idioma de Cervantes. Todos a una, como en Fuenteovejuna, empuñan micrófonos y macrófonos y se dan a la original tarea de llamar, invariablemente, “stands” a las casetas, pabellones, expositores, tinglados, mostradores o tienditas de libros (será por falta de sinónimos, caracho). También ahí me emociono casi tanto como cuando veo a determinados políticos lanzaroteños haciendo como que leen. Son escenas imborrables para mi mareada memoria. Gestos sublimes que no desaparecerán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Quiá...
Este 23 de abril de 2008 ha coincidido en Canarias, además y para mal de males, con la enésima huelga de los maestros en el arte de pedir sin dar nada a cambio. Es fácil y es lo más cómodo para los actuales dirigentes y "enseñantes" rebajar la exigencia educativa, suprimir el griego y el latín -un suponer- y habituar a los que estudian a unas disciplinas cada vez más leves. El peligro que se corre es que por ese camino las nuevas generaciones pueden regresar derechitas al gutural lenguaje de las cavernas. Lo cual iría muy bien, por otra parte, con el otro regreso a la tribu al que nos conduce la moda de los necionalismos. Y vuelta a empezar, como sugería el desaparecido Stanley Kubrick en su película de culto “2001. Una odisea del espacio”. No simpatizo con el Gobierno canario actual (ni con ninguno anterior ni con ninguno que esté por llegar; llámame anarquista), pero cada vez que se echan a la calle los educadores ayunos de educación y huérfanos de solidaridad hacia los demás trabajadores, hacen bueno al más malo de los gobiernos. (de-leon@ya.com).