miércoles. 30.04.2025

Este año 2008, acaso un poco tarde y con sol, un colectivo de ciudadanos del centro de Arrecife, la caos-pital conejera, anda estudiando la posibilidad de acudir ante los tribunales de Justicia -si la hubiera o hubiese- para que les libre del mal del carnaval. Amén.

Lo peor, para mi gusto, es el concreto nombre que se han puesto los sufridos vecinos arrecifeños: Asociación de Lanzarote contra el Ruido y las Actividades Molestas, entre las que no sé si incluyen a la política. Dicen responder al nombrete de Alcram, que suena a alimaña y casi tan mal como el de Asolan. Pero van cargados y sobrados de razón, a fe mía, pues las verbenas en El Almacén y aledaños les traen a mal traer, con la cabeza loca, el sueño prohibido y el descanso imposible. No hay derecho.

Tal y como ya hemos escrito aquí mismo en alguna ocasión anterior, luego de solidarizarme desde esta modesta columna con los sufridores en casa del mencionado colectivo ciudadano, me reitero en el grueso del argumentario, aunque no les parezca argumento suficiente a las autoridades políticas municipales, que siguen mirando hacia otro lado o haciendo la vista gorda ante un problema que es obvio que no les afecta ni de lejos. Puntuales carnavaladas al margen (que al fin y al cabo son sólo unos días al año, porque Don Carnal también aprieta pero no ahoga), en verdad les digo que no entiendo cómo los ninguneados y vejados vecinos de la calle José Antonio y zonas aledañas no se han levantado todavía en armas contra un Ayuntamiento que no sabe hacer cumplir las propias normas que dicta, después de años aguantando todos los fines de semanas de Dios el diablo de la escandalera callejera que montan los niñatos que no saben mear lo que beben (simple y simplón “familiaje”, como los llama el canario viejo).

El pasado año por estas mismas fechas pre-carnavaleras fue noticia de alcance nacional, e incluso internacional, las otras intenciones vecinales y judiciales de parar el relajo carnavalero/callejero que se padece en Santa Cruz de Tenerife, que se quedaron finalmente en nada, porque donde mandan los oscuros intereses creados del gran negocio del ocio mal entendido no manda un pobre colectivo vecinal, por muy sobrado de razón que vaya en su queja. También lo vaticinamos en su día en esta humilde tribuna impresa y digital. No nos agarraba por sorpresa, por lo tanto, lo que muchos intuíamos o nos maliciábamos muy de antemano.

De esta guisa se daba a conocer, hace hoy justo un año, la que para muchos era una buena nueva: “Un juez suspende las fiestas callejeras del carnaval de Tenerife porque el ruido molesta a los vecinos”. Eso era lo justo, que el juez hiciera justicia, para cabreo de los que berrean y mosqueo de los que sacan rédito electoral a los escandalosos, que siempre son mayoría, como es triste fama. No más conocerse tamaña noticia, así lo dejábamos escrito apenas unas horas después: “Estoy más que convencido de que el juez no se saldrá finalmente con la suya, ante la montonada de intereses económicos de los ventorrilleros, la presión política y la demagogia mediática de dar al vulgo lo que el vulgo quiere”. Dicho y hecho. Pero al menos el aviso ya está dado, y el relativo tirón de orejas a los responsables más irresponsables, esos mismos políticos que seguirán haciendo oídos sordos a las minorías, y dorándole la píldora a la turbamulta.

Si la mayoría social chicharrera quiere el carnaval en la calle (y mayoría, en el cerebro del político en pleno celo electoral, es sinónimo de más votos), habrá carnaval en la calle, y que se calle el juez, o que diga misa. Tanto da que se lesionen derechos ciudadanos elementales y teóricamente sagrados, como el del descanso: el Ayuntamiento santacrucero -como el arrecifeño, ya se ha visto- estará con los escandalosos, que son más y atesoran más votos potenciales. Te puede gustar más o menos, pero es lo que hay. O, dicho en castizo, esto son lentejas: las tomas o las dejas. Firmado: el Ayuntamiento; siempre trabajando para usted. (de-leon@ya.com).

¿Por qué no se callan?
Comentarios