martes. 29.04.2025

[La mejor frase que se ha pronunciado a pocas horas de cerradas las urnas salió de la boca, allá en los albores de esta democracia ya absolutamente corrompida, de Pío Cabanillas, cuando dijo, entre cínico y socarrón, aquello de “Hemos ganado, pero todavía so sabemos quiénes”].

Como no he votado no tengo derecho a opinar, según los fundamentalistas del voto, que son así de demócratas. Pero resulta que me pagan por hacerlo. Gran dilema, a fe mía: ¿cumplo con mi modesta obligación laboral o me someto al mutismo que los demócratas de boquilla quieren imponernos a los millones de ciudadanos que este domingo ejercimos nuestro sacrosanto derecho constitucional a la abstención? Todos nosotros, pecadores, tendríamos que pasarnos cuatro años (4, se escribe pronto y fácil) sin poder decir ni esta boca es mía en lo tocante a cualquier medida política. Tiempo de silencio, como aquella novela que también fue llevada al cine. Así se las gastan los demócratas de salón, convencidos de que democracia sólo es sinónimo de voto por inercia cada tanto tiempo... y luego, chitón.

Un botón de muestra no más de que los políticos, así como sus altavoces mediáticos o mediocres, lo confunden todo. De regreso de mi huida electoral, escucho en el coche a Marcos Hernández decir, aparte de los topicazos de siempre, esta simplonada textual pronunciada en vergonzosa tercera persona: “Este senador ha ejercitado su derecho al voto”. Aparte del pequeño/gran detalle de que en el dominical día de autos el senador no era senador en ese preciso momento, aunque lo vuelva a ser durante otros cuatro años a partir de ahora, debe ser que Hernández lleva su voto al gimnasio, o lo tiene apuntado al pilates de la última moda boba. Lamentablemente, no es el único político que confunde ejercitar con ejercer, de la misma manera que se confunde el derecho a votar con el deber de votar. Todo es confusión, alimentada por políticos y periodistas al alimón (con perdón por la rima).

Qué difícil es sustraerse a la publicidad política, institucional o periodística (mediática o mediocre) de lo socialmente correcto. Eso es bombardeo colectivo constante y sonante, y lo demás son cáscaras de lapas. Y todas las cabeceras de todos los diarios, independientemente de sus líneas editoriales teóricamente distintas y distantes, titulando con la misma matraca imperativa: “¡Todos a votar!”. Se deduce e infiere que el que no lo hiciera o hiciese es, como mínimo y en el mejor de los casos, sospechoso de algo. Y el domingo, los (des)informativos dando sólo voz a los que votan. La opinión -y los motivos- de los que no lo hacen no cuentan. ¿A quién le importa lo que piensen o arguyan esos millones de compatriotas? Total, son gente pasota, conformista... en suma, escoria abstencionista. Una lección más de periodismo democrático. Y van...

¿Y cuál es el argumento que esgrimen los entrevistados a pie de urna? Su mandamiento se condensa en tres palabras: “¡Hay que votar!”. En realidad no es un argumento sino una orden, un imperativo. Por lo tanto, algo más dictatorial que puramente democrático (no conviene olvidar que en casi todas las dictaduras lo de votar no es un ejercicio libre y voluntario sino obligatorio).

Ah, casi se me olvida: las elecciones generales las ha ganado el PSOE. Me alegra tanto como si hubiese ganado el PP: nada. No creo ni a unos ni a otros. Con su pan se lo coman, y que les aproveche. Y en Lanzarote, el mencionado Marcos Hernández, ese muchacho, repetirá en el esforzado cargo de senador por esta pobre islita rica sin gobierno conocido. Por muy mal que lo haga en los próximos años, será imposible que lo haga peor que en los cuatro años inmediatamente anteriores. Menos aceite da un carozo/caroso, y el que no se consuela es porque no quiere.

Descuenta a los que se votan a sí mismos (en justicia democrática, ningún candidato tendría que contar con esa desvergonzada posibilidad, pero ya hemos dicho que esta democracia es pura mentira sobre mentira) para seguir ellos y sus familiares y sus amigotes viviendo del cuento político. Descuenta militantes, militontos, abducidos y por ahí, y descuenta finalmente a los millones de abstencionistas. ¿Quién te queda como convencido votante de unos u otros? Qué gran mentira nos están vendiendo como verdad absoluta. (de-leon@ya.com).

¿Quiénes hemos ganado?
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