martes. 29.04.2025

El Río Guadiana encarnado en el “caso Tindaya” vuelve, coincidiendo “casualmente” con las vísperas electorales, al candelabro de la actualidad (sí, sí: está bien dicho lo de candelabro, pues es un candelero mayor). Si el lector quiere creer la versión de alguno de los actores de la política regional, teniendo en cuenta que ninguno de ellos (con representación parlamentaria) es inocente, allá el lector o el elector con su autoengaño. Lo digo y lo escribo así de clarito: unos y otros, tirios y troyanos, todos mienten. En caso de duda, véase y léase la hemeroteca periodística de los últimos lustros.

Varias plataformas de perforación encaramadas en la cima de la bellísima montaña majorera de Tindaya han estado analizando la consistencia, si la hubiera o hubiese, de la roca (esa traquita que se ha estado extrayendo de forma cuasi furtiva, y que hoy decora incluso fachadas de principales instituciones públicas de Canarias, como es triste fama). Estamos ahora en la segunda o tercera fase -ya he perdido la cuenta- del proyecto geotécnico de investigación, que comprende estos sondeos y la extracción de la roca, para saber a ciencia cierta y a carta cabal si es viable o no la idea del fallecido escultor vasco Eduardo Chillida de perforar la montaña que adoraban los antiguos majos prehispánicos. Todo ello con la habitual e inevitable división de opiniones entre los vecinos de la zona: unos creen que la original obra artística traerá mucho turismo y riqueza, y otros siguen en la idea de que la montaña es sagrada y no hay que tocarla. Para gustos, colores. Para disgustos, actores (de la política).

Para mi gusto, creo que el municipio de La Oliva tiene dos grandes maldiciones en su suelo: su clase política y la propia maldición de la referida Montaña de Tindaya, que no es broma ni moco de pavo, a fe mía. En su día, la muerte de Chillida trajo de nuevo el nombre de la mágica montaña majorera a las páginas de toda la prensa nacional. Sin embargo, de las páginas de la prensa insular canaria casi nunca se ha despegado del todo, aunque haya sido casi siempre por razones ajenas a su majestuosidad paisajística. Todo eso mientras se iba enredando cada día un poco más la infinita madeja judicial del citado "caso Tindaya", en donde la sombra de la duda planea sobre un buen montón de políticos isleños, que siguen tan campantes y ufanos, metidos ahora de lleno -otra vez- en plena campaña electoral, para seguir luchando por los sagrados intereses de todos los canarios (vale, reconozco que esto último lo he escrito aguantándome la risa e intentando contener la carcajada).

No dudo ni discuto que el enésimo regreso a los titulares periodísticos del “caso Tindaya” tiene mucho que ver con estas vísperas electorales que estamos sufriendo. Cuando pase el 9-M, todo volverá a caer en el olvido, y de los miles de millones de pesetas de todos los canarios que se evaporaron en el aire en el simple o simplón encargo de un estudio que nunca se llevó a cabo no se volverá a escuchar nada... hasta nuevo aviso o cita electoral. Mientras tanto, seguiremos esperando inútilmente que del inmenso e insondable agujero negro brote al menos un mínimo rayo de luz que aporte algo de claridad en mitad de la noche oscura de la política insular canaria. Pero esperaremos sentados, por si acaso. Y aprovecharemos para ir meditando el voto... como si hubiera o hubiese algo que meditar o reflexionar todavía, a estas alturas del generalizado descrédito político. Ustedes mismos. (de-leon@ya.com).

Timos Tindaya
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