Vamos a partir de una premisa que para mí es básica, la política no es una ciencia exacta y nadie está en posesión de la verdad, ya que la verdad absoluta no existe.
La sociedad actual clasifica la cualidad moral de los ciudadanos en función de a quién da su confianza en una elecciones.
Ser votante de una u otra formación política da pie a los ignorantes para clasificarlos como ciudadanos honrados, serios, profesionales y buenas personas en función de en quien depositen su confianza para gobernarlos, o todo lo contrario.
La teoría, bajo mi punto de vista y sin estar en posesión de esa verdad absoluta que no existe, es la siguiente.
Si votas al PSOE eres un honrado ciudadano que solo quiere velar por los intereses de los más desprotegidos, si votas al PP solo quieres que el país lo gestionen los más cualificados, si lo haces a PODEMOS intentaras que nuestros dirigentes defiendan a los que más padecen las políticas de los dos anteriores, si tu voto es a VOX lo que intentas es que ni comunistas, ni chavistas, ni negros, ni homosexuales, ni inmigrantes tengan ni voz ni voto en la sociedad y si tu voto va para los partidos nacionalistas, tu única intención es dividir el país en función de tu realidad territorial, tu idioma y tus características genéticas y así defender a los ciudadanos de tu comunidad autónoma por encima del resto de los españoles.
Pues nada más lejos de la realidad.
Entre los votantes de todos los partidos hay ciudadanos honrados, serios, profesionales, buenas personas, sinvergüenzas, delincuentes, mangantes, aprovechados e indeseables.
Es mas, este tipo de calificativos, sobre todo los buenos, están bastante más extendidos entre los votantes que entre los votados.
Siempre se pone el foco en el ciudadano que va a votar que entre los ciudadanos que salen elegidos, cuando el verdadero problema no está en los primeros sino en los segundos.
Conozco ciudadanos que votan a todos los partidos y que son buenas personas, bastante mejores que los que al final salen elegidos.
Ni el que vota a Sánchez está de acuerdo con el pacto con los independentistas, ni el que lo hace a Casado aprueba la corrupción que anida en sus entrañas, por mucho que quiera desmarcarse de una época anterior, el que vota a Iglesias reprueba muchos de sus comportamientos públicos, como irse a un casoplon de ricos cuando esa era una de sus luchas para conseguir votos y por último, el que vota a Abascal no está de acuerdo con muchos de sus planteamientos, como su tratamiento del tema de la violencia de género, la inmigración, la supervivencia de las autonomías y sobre todo y en esto yo soy uno de ellos, el lenguaje que utilizan en muchas de las ocasiones y la forma de expresarse.
Puesto que la política y la ideología no son ciencias exactas, todos los partidos tienen razón de ser. Cada uno en el ámbito de su actuación tiene fundamento.
Desde la clase política nos están vendiendo una moto que ni tiene motor, ni ruedas, ni manillar. Nos intentan clasificar en función de a quien votamos, sin darse cuenta que, siendo racionales y si se pudiera, ni uno de ellos saldría elegido.
Si votas al PSOE eres honrado, si lo haces al PP eres inteligente, si votas a PODEMOS, además de las dos cualidades anteriores, además eres buena persona, pero si votas a VOX eres el demonio personalizado.
Ni lo uno ni lo otro. La realidad nos demuestra que entre los votantes de todos los partidos se mezclan los honrados, los inteligentes, las buenas personas y los demonios.
El problema real es que en muchos casos, los ciudadanos votan por descarte, es decir, buscamos lo menos malo dentro de lo que nos podría gustar. El cabreado con el PSOE vota a PODEMOS y el que no soporta la prepotencia del PP se decanta por VOX. Antes había una opción intermedia, CIUDADANOS, pero ellos mismos se encargaron de quitarse de en medio.
La política es una profesión demasiado bien pagada para los meritos profesionales y personales de los que la ejercen. Los verdaderos profesionales están entre los votantes y los políticos, que en esta vida están de prestado, se han olvidado de algo fundamental, son empleados nuestros y nos deben un respeto que en la mayoría de los casos no nos muestran.
Lo dicho, la culpa de nuestra realidad es compartida, los ciudadanos ponemos al frente de nuestro destino a quienes después nos engañan, nos mienten y se aprovechan de la buena fe de la mayoría.
Aunque lo verdaderamente grave es que esto no lleva remedio, la democracia es así y así tenemos que sobrellevarla. Eso sí, el votante, vote a quien vote, se merece el mayor de los respetos, los políticos ya es otra historia.