martes. 22.04.2025

Todo es mentira menos lo malo

La democracia española no puede haber muerto con Sánchez porque para eso, en algún momento, tuvo que estar viva. Lo que estamos viendo ahora es el régimen exhibiéndose de forma obscena porque es conocedor de su impunidad. Y porque sabe que el pueblo español no tiene libertad política para poder hacer nada más que seguir los acontecimientos -el entretenimiento- en el canal que prefieran.

Considerando la democracia como la combinación de separación de poderes, la capacidad del pueblo de elegir a su jefe de gobierno por separado, y que sus representantes públicos rindan cuentas a la sociedad y no a los partidos políticos, como tal, en España no la hemos conocido. Y quien crea que sí porque antes de Sánchez la sociedad española no estaba tan anémica, no tiene memoria o no sabe lo que es ser libre y vivir en un país libre. Recordemos, sólo como un breve pero hiriente apunte, que vivimos en un país donde las familias tienen que ir a los tribunales para que sus hijos estudien en español. Donde miles de compatriotas tuvieron que abandonar sus casas perseguidos por el terrorismo del que hoy dependemos para tener presupuestos.

Sin entrar a enumerar las salvajadas inconstitucionales (palabra vacía donde las haya) que vivimos durante la pandemia, en España, una “monarquía de partidos”, la voluntad popular expresada en las urnas no ha servido de nada ni una sola vez. Ni una sola vez. Repita usted conmigo: ningún gobierno de España ha cumplido su programa electoral ni de lejos. Y eso ha tenido un coste igual a cero para ambos. Los que se han repartido las migajas de un país en venta a precio de saldo desde 1976, a sabiendas de que no gobernaban una democracia, sino otra cosa.

La Constitución española no vale nada. Es un agujero en la bandera como bien simbolizaron los chicos de Ferraz (los de la calle, no los de la sede).

Dicho lo cual, a los hiperventilados por la deriva autoritaria del sanchismo, habría que recomendarles un libro: Federalismo cacique, de Javier Torrox. Donde se exponen, con claridad y cronología, todos los eventos que han tenido lugar en España desde ese mito que llamamos La Transición hasta hoy. Podrá saber usted hasta lo que pasará en los próximos años. Porque intelectuales sí tenemos, pero en el páramo cultural de la España de hoy sólo se riega a las firmas que no cuestionan nada.

Ignacio Ruiz-Quintano, al que le he birlado el título de este artículo, resume en un tuit lo que un ciudadano debe conocer para saber si vive en una democracia: “La prueba del algodón para  reconocer la separación de poderes: ¿elige usted al jefe del Ejecutivo, en votación directa y separada (en el tiempo)? Si sí, hay separación de poderes. Si no, hay a lo sumo separación de funciones. Igual que con Franco.”

Y concluyo con unas palabras del juez estadounidense Antonin Scalia que, espero, surtan en ustedes el mismo efecto que surtieron en mí, para despertar de esta ensoñación demencial en la que vive el pueblo español desde hace medio siglo: “¿Cuál creéis que es la razón por la que EEUU es un país tan libre? ¿Qué hay en nuestra Constitución que hace de nosotros lo que somos? […] Si creéis que una Declaración de Derechos es lo que nos distingue, estáis locos. Todas las repúblicas bananeras del mundo tienen una Declaración de Derechos. […] La clave real del carácter distintivo de EEUU es la estructura de nuestro gobierno. Una parte de esto, por supuesto, es la independencia del poder judicial. Pero hay mucho más. […] Muy pocos países tienen dos cuerpos separados e igualmente poderosos en su legislatura. Muy pocos países en el mundo tienen un jefe del Ejecutivo elegido por separado. En otros países parlamentarios (se refiere especialmente a los europeos), el jefe del Ejecutivo sale de la legislatura. Nunca hay desacuerdo entre ellos y el primer ministro. Cuando hay un desacuerdo, sencillamente lo echan. Tienen una moción de censura, nuevas elecciones y consiguen un primer ministro que esté de acuerdo con ellos. […] Los padres fundadores querían que esto fuera poder contra poder. Porque el principal mal que nos acosa es el exceso de legislación. Como dijo Hamilton cuando habló de un Senado separado: «Sí, parece inconveniente, pero en la medida en que el principal mal que nos acosa es el exceso de legislación, no será tan malo.» Esto en 1787. Ni siquiera sabían lo que era un exceso de legislación.”

Para que nadie diga que esto no se podía saber, dejo una sentencia de Antonio García-Trevijano, al que debiéramos volver a escuchar con la  humildad que nos corresponde como ignorantes de teoría política: “Todo lo hasta ahora conocido en España será un oasis comparado con el desierto que nos espera”. Lo lleva diciendo desde que se diseñó el Régimen del 78. Casi nadie le escuchó.

Y sí, el desierto es lo que nos merecemos. El Sáhara no porque se lo hemos regalado a Mohamed. A ver si con la fatiga nos da por sacar un poco de carácter y no nos dejamos engañar más.

Todo es mentira menos lo malo
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