Aunque parezca una aberración, lo cierto es que en urbanismo estar al margen de la ley es sumamente rentable para quienes vulneran la norma escrita. Usted construye unas naves sin licencia o una machacadora, también sin licencia, y no paga ni un puñetero euro al Consistorio por licencia de construcción ni de apertura. Pasan los días, las semanas, los meses, los años y las cosas siguen igual de mal. Y claro, aquel que se rasca el bolsillo cumpliendo con los preceptos legales se le queda una cara de tonto que es de pena. ¿Qué hacen los que pueden y deben evitar este estado de cosas? Pues amigos, poco o nada, y ello propicia un estado de inquietud y de malestar cada día más creciente.
Los que tienen la obligación de administrar la cosa pública deben entender de una vez por todas que lo que gestionan no es patrimonio de ellos, que si así fuera nada tendríamos que objetar. Lo malo es que los caudales públicos son del pueblo, y al pueblo se le debe explicar el porqué de esta indolencia culpable, que además tiene menos justificación si uno considera que los administradores cobran fantásticos sueldos ¿acaso por hacer la vista gorda? Usted, querido lector, tiene por derecho propio capacidad para enjuiciar este estado de cosas con la rotundidad que el caso merece.
¿Qué pasaría si todos siguiéramos este detestable ejemplo? De nada.