No llueve con fundamento, pero algún maná celestial va cayendo de tarde en tarde. Una buena nueva, por ejemplo, es el cambio de la romería de Los Dolores, ese reciente invento político y periodístico multicopiado por todas las esquinas: este año no se celebrará el sábado, sino el domingo. Dios aprieta pero no ahoga. ¡Aleluya, cada uno con la suya! Al carnaval del calor se le va cayendo la careta. La crisis es lo que tiene. Puede que siga habiendo el mismo hervor etílico (fervor religioso, perdón), pero no hay perras para tanta verbena, pitos y flautas.
Otra buena nueva de este amargo 2012 es que apenas se permitirán las acampadas, esa otra fiebre fomentada por políticos y periodistas populistas, siempre prestos y dispuestos a aplaudir cualquier carnavalada en la que se amontone mucha gente (votantes potenciales a los que hay que hacerles el gusto, incluso en su mal gusto). ¡Albricias, Alicia! ¿Dónde hay que firmar para respaldar la buena nueva?
¿Estamos todos obligados a creer que es una romería como Dios manda lo que salta a la vista que no es más que un simple pero multitudinario botellón bendecido por las instituciones y hasta por una Iglesia necesitada de fieles, aunque sean beodos? Yo con esa rueda de molino me he negado a comulgar desde un principio, y he preferido tomármelo con filosofía y humor, porque tampoco es chiste chico ni manco eso de leer al día siguiente de la romería que a Mancha Blanca acudieron 50.000 fieles y devotos (del ron), según un periódico, o sólo 30.000, según otro. Siempre hay unos 20.000 feligreses que se pierden en el limbo por el camino del recuento.
Cuando a doña Sebastiana Perera (Chana para los amigos y demás personas piadosas) se le ocurrió sacarse de la manga (la misma manga de la que sacaba chocolatadas y cruceros turísticos que todavía estamos pagando incluso los que nunca nos embarcamos en aquel temerario Titanic tolete) la ya oficializada Romería de Los Dolores, aquí rebautizamos al momento su ocurrencia como “ron-mería” o “ronería”, nombretes que ahora ya repiten hasta los más fieles romeros o “roneros”. Estos últimos, sobre todo, tienen muy mal o escaso sentido del humor, como tengo comprobado por columnas anteriores bajo las cuales se me ha dicho de todo menos batatero, y entienden que aplicar ese sobrenombre es una falta de respeto a la Virgen y a la sacrosanta tradición. No caen en la cuenta de que quienes faltan al respeto a todo eso son ellos mismos, los de los carritos robados a los supermercados y los cubatas en la mano durante todo el recorrido. Nunca pensé por aquel entonces (estertores de la década de los 80 del siglo pasado) que ambos neologismos que me acababa de inventar fueran o fuesen a tener tanta aceptación, no tanto por la originalidad del autor como por ser fiel reflejo de lo que finalmente acabó convirtiéndose o trocándose esa Romería, a la que también hemos calificado aquí como carnaval de verano, visto lo visto. Pura novelería a la que le sacan rédito electoral los actores –nunca mejor dicho- de la política insular, con la ayuda, ya no sé si consciente o inconsciente, de determinada prensa que hace de mera caja de resonancia del poder institucional o empresarial.
Los Evangelios dicen que Jesucristo no sólo no era idólatra sino que combatió a quienes lo eran. Otras religiones tienen prohibido a su vez las imágenes de sus dioses o profetas. Un detalle de buen gusto, para mi gusto. Y más en esta sociedad actual, tendente a convertir en iconos de la moda o figuras mediáticas a auténticos mediocres del cine, la televisión, el chismorreo rosa y por ahí seguido. ¿Qué pintan consejeras regionales, presidentas, alcaldes y concejales merodeando todo el rato por el trono y robándole plano a la teórica protagonista principal de esa romería mariana?
Me apunto a la lucha en favor de la total erradicación de romerías y caravanas de la piel insular. No hay mal (o crisis) que por bien no venga. Amén, dicho sea con más motivo, fuerza y convicción justo ahora que estamos en Semana Santa. (miguelangeldeleon@gmail.com; @mangeldeleon).