Ahora, ante los numerosos vuelos cancelados o desviados (quien esto firma no habla de oídas, pues ha padecido recientemente ambas modalidades de “gracietas”) y ante la posibilidad de que las compañías aéreas u operadores turísticos se manden a mudar a otras islas, todos los actores que en su día se liaron en discusiones estériles y bizantinas sobre la conveniencia o no de ampliar servicios fundamentales en el Aeropuerto de Lanzarote parecen haberse puesto de acuerdo, de forma unánime y como por ensalmo, para solicitar la ampliación de la pista de despegue y aterrizaje hacia la playa de Guacimeta, rebautizada por los más coñones como Gay-cimeta.
¡Aleluya, cada uno con la suya! ¡Habemus papa… natas! Total, que cuando había dinero en las arcas, ni políticos ni demás fuerzas vivan que huelen a cadaverina llegaron a entenderse entre ellas para alcanzar la siempre rara unanimidad conejera, y ahora que no hay un duro (mucho menos un euro) en las arcas, ahí va la jarca de veletas a pedir imposibles. A buenas horas mangas verdes. A conejo ido, palos a la madriguera. A burro muerto, cebada al rabo…
¿Recuerdas –un suponer- la polémica del malhadado radar de aproximación aérea? Te refresco la memoria ahí seguidito con lo que quedó escrito en esta misma tribuna años atrás, a principios de década, siglo y milenio:
“El pomposamente denominado Consejo Insular de la Biosfera, o nombrete parecido, acordó en su última reunión solicitar a distintas y distantes instituciones nacionales y canarias que no se instale el famoso radar de aproximación aérea en Montaña Blanca”.
“Tiempito atrás, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC para los amigos y demás personas piadosas) había decidido suspender una sentencia previa que paralizaba el proyecto para la instalación del dichoso radar de aproximación aérea en Montaña Blanca. Pero tampoco aquel fallo judicial era definitivo porque estaba pendiente de un contencioso administrativo para corroborarlo. La Justicia es así: una sentencia anula o inutiliza otra anterior, hasta nuevo aviso y vuelta a empezar”.
“Varios vecinos de Montaña Blanca siguen oponiéndose radicalmente al regalito que ellos entienden envenenado que les quieren colocar en el mismísimo pico de la bella montaña, con la sacrosanta excusa de la presunta seguridad aérea”.
“El Ministerio de Fomento sigue firmemente empeñado en encasquetar en Montaña Blanca el radar de marras. Pero ya pueden decir misa y añadir el sermón de las siete palabras, si les pete, los responsables del Ministerio de turno. Algunos vecinos de Montaña Blanca no tragan con la cantinela de la obligatoriedad de instalar el cacharro necesariamente en el pico de la Montaña. Por los nuevos datos obtenidos de forma y de fuentes extraoficiales, el radar de aproximación es algo más, muchísimo más, que un simple radacito de nada, con una radiación similar a la de un teléfono móvil”.
Hoy ya casi nadie tiene un teléfono móvil… sino dos o tres, como mínimo. Pero en aquellos tiempos en los que amarrábamos a los perros con chorizos de Chacón e íbamos por la vida como insensatos nuevos ricos, lo veíamos todo con otros ojos. ¡Cómo hemos cambiado!
¿Qué haríamos en esta pobre islita rica sin gobierno conocido sin nuestros visionarios y proféticos políticos? ¿Qué sería de nosotros sin ellos? ¿A dónde íbamos a ir los conejeros sin nuestro senador (que dicen que haberlo haylo, aunque no lo veamos más que de Pascuas a Ramos) o nuestro megadiputado? Ni pensarlo quiero… Y ahora vienen alegando casi todos ellos, confundiendo el refrán porque lo recitan mal, que “nunca es tarde si la dicha es buena”, como si hubiera o hubiese dicha mala. (miguelangeldeleon@gmail.com).