Justo ahora que andaba el actual alcalde Cándido Reguera buscando hasta debajo de las piedras el dichoso icono para Arrecife, acaba de fallecer el icono por antonomasia –qué palabro más feo- de la capital: Heraclio Niz, Pollo de Arrecife para los amigos y demás personas piadosas (suerte que en la lucha canaria femenina no tenga todavía mando en plaza la ministra florero Bibiana Aído; no quiero ni imaginarme los nombretes que les pondría a las pobres muchachas bregadoras la “miembra” del desgobierno de Zapatero).
Desde que empecé a bajar al Puerto, allá cuando chinijo, el Pollo ya era santo y seña de la caos-pital conejera, como el Puente de las Bolas o el propio Castillo de San Gabriel (o San “Grabiel”, como le escuché rebautizarlo). Fue durante lustros el capitalino monumento andante y hablante. Sobre todo hablante, a fe mía. No era buen plan llevar prisa y tropezarse con Heraclio, sobre todo cuando ya había dejado los hábitos y tenía tiempo para contarte la Biblia en verso. Si te trincaba por la calle Canalejas o aledaños ya podías ir olvidándote de tus prisas y tus planes inmediatos, porque él los hacía gofio con su parla y sus pachorras, por más y por mucho que uno le dijera de antemano que “yo de lucha y de política, don Heraclio, no entiendo ni papa”.
-Ustedes en la tele sólo hablan boberías. A ver si me llevas un día y te cuento la verdad de verdad de lo que está pasando.
Siempre me afeaba, con razón, la entrevista apócrifa que le hice para el ya desaparecido semanario La Voz de Lanzarote, en la que puse en su boca, en tono humorístico, unas palabras que el hombre no recordaba haberme dicho jamás:
-Es la única vez en la que yo no he estado conforme conmigo, “fitetú”…
Años atrás, el Pollo multifacético me contaba sin que le hubiera o hubiese preguntado nada que le acababan de entregar un prestigioso premio al mérito deportivo allá en la isla de La Palma, con motivo del Día de Canarias. El hombre se sentía tan honrado con aquella distinción como molesto por el nulo eco que la misma había tenido en Lanzarote. Uno no cree ni mucho ni poco en las distinciones, en los reconocimientos o en los premios oficiales, pero él no era de la misma idea.
Su muerte nos ha hecho recordar también su otra episódica faceta cinematográfica, en la que hizo de figurante (extra, para los políglotas) inevitable en casi todas las películas rodadas en Lanzarote, a excepción de la decepcionante “Mararía” o el último timo cinematográfico de Almodóvar. La más afamada de esas cintas, que en España se llamó “Hace un millón de años”, fue rodada en parte en Lanzarote en 1966, tiene nacionalidad británica y está calificada como del género de aventuras (aventurado era, desde luego, mezclar a los grandes dinosaurios con los hombres, que por muy primitivos que fueran nunca coincidieron sobre la Tierra con aquellas otras bestias, como es fama). La película la dirigió un tal Don Chaffey, pero todos recordamos mucho más el nombre de su actriz principal, doña Raquel Welch, que tampoco era manca… ni menos incono andante que el Pollo, puestos a contarlo todo.
No creo en los ángeles ni en los arcángeles, aunque sean semitocayos de quien esto firma, pero como se tropiecen en alguna nube con el Pollo de Arrecife la eternidad se les va a quedar chica para escuchar todo lo que tiene que contarles. ¡Angelitos! (de-leon@ya.com).