Con motivo de la presentación oficial en A Caja (A Casa, perdón) del libro de José Saramago que José Saramago no quiso que se publicara o publicase “más nunca”, inserté el notición en mi destartalado muro de la gran red social con el título “El muerto al hoyo y la viva a la Claraboya”. En cuestión de segundos se generó un pequeño debate en el que participaron, principalmente, mujeres (no tiene mayor mérito porque el 90% de mis amigos en la red son amigas, que ganan a los primeros por goleada).
Dejemos a un lado las especulaciones y las maledicencias y vayamos a los hechos. Es un hecho indubitable que Saramago, ya con el Nobel de Literatura en las manos, pudo haber editado ese libro que en su día, cuando no era un autor consagrado, le rechazaron. ¿Qué Editorial iba a decirle que no a una obra de un Premio Nobel? Pues pese a ello se negó a editarlo hasta el final de sus días. Y se negó porque estimaba que el libro escrito a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado no estaba ya a la altura del Saramago del siglo XXI. No es tan difícil entender esa lógica tan elemental y habitual: los buenos escritores, como los buenos vinos, mejoran con los años. Pero cuando una tercera persona se empeña en hacer caja en contra de la voluntad del autor, y encima ya no tiene a nadie que le lleve la contraria… échale usted hilo a la cometa.
Ya les conté aquí mismo, tiempito atrás, que se había abierto oficialmente al público, para que la visitaran o visitasen propios y extraños, la casa conejera de José Saramago en Tías, rebautizada en portugués como A Casa. Una excelente noticia, insisto en reiterarlo aunque soy poco mitómano y nada dado a adorar reliquias. Lo que no me convenció nunca fue todo el rodeo que se dio para justificar la apertura del negocio (digo, del santo lugar) a escasos nueve meses de la muerte del escritor. Sonaban precisamente a embarazosos y poco creíbles tantos circunloquios exculpatorios. Pero estamos en el reino del eufemismo (fíjate en lo de la guerra del petróleo, la de sandeces y mentiras institucionales o infraperiodísticas que hemos tenido que escuchar al respecto), y habrá que aceptar las medias verdades como daños colaterales (por seguir con los eufemismos) de la idiocia galopante.
Digo que la noticia se me antojaba buena desde un punto de vista exclusivamente económico, aunque la excusa fuera o fuese cultural. Puesto que la isla está en venta, desde el prisma promocional o propagandístico porque somos mera mercancía y las leyes del mercado son las que son, cierto es que se ha vendido muy bien el negocio. Lástima que, a día de hoy y según se lamentaba la desconsolada viuda el pasado fin de semana, el invento no esté dando los resultados esperados, por lo que me cuenta una redactora que asistió a la presentación del libro en la que no estuvo presente el autor que nunca quiso verlo publicado. Anda que si llega a entrar el escritor por la puerta… ¿se imaginan quién sería la primera (persona) en salir por la ventana?
Me habla la periodista de la gran presencia de cargos públicos (y cargas públicas) del PSOE en el montaje escénico de marras. Tiene lógica, dada la nunca disimulada militancia de la anfitriona. Se constata así una vez más que la distancia y la indiferencia que sienten los políticos hacia el resto de los mortales va paralela con la distancia y la indiferencia que sienten la mayoría de los periodistas ante sus lectores u oyentes potenciales. ¿Te podrás creer que en ninguna de las crónicas de los periódicos de papel en las que leí tamaño notición se mencionaba ni por asomo lo que toda la gente se pregunta en la calle? Sí, esa misma pregunta que te habrás hecho tú mismo desde el momento y hora que te enteraste de la buena nueva.
Sigo sin saber si existe o no la intención de vender también machanguitos a propios y extraños en A Caja (A Casa, perdón), por aquello de diversificar la oferta, que lo llaman, y porque no sólo de libros vive el hombre… o la viuda del autor.
Retomo mi jaculatoria: pobre Saramago, toda la vida renegando del mercado para acabar convertido en simple o simplona mercancía. (miguelangeldeleon@gmail.com, @mangeldeleon).