martes. 29.04.2025

Le acaban de dar el Premio Paripé (Planeta, perdón) de Novela a Fernando Savater. Digo que se lo han dado porque el Planeta no se gana a pulso sino que se regala, como es triste fama. “El filósofo concursaba con una novela de detectives”, titula y miente en portada El País. Miente, sí, porque el premiado no concursaba: ya estaba premiado de antemano. Intentaban concursar el resto de los cientos de concursantes que finalmente volvieron a hacer el primo al presentarse a un premio previamente pactado. En cualquier caso, este año al menos el regalo ha ido a parar a manos de alguien que se lo tiene más que merecido, por altura intelectual y literaria. Algo que no se puede decir de lamentables precedentes anteriores como los de Maria de la Pau Janer, Lucía Etxebarría, Fernando Delgado y otros ilustres -que no ilustrados- tostones a los que les ha caído la lotería del Planeta.

Savater publicaba a principios de este nuevo siglo y milenio (allá por 2003) un libro autobiográfico, justo cuando en las universidades de Cataluña y Vascongadas los estudiantes que estudian y no aprenden le impidieron hablar, para que se vea cómo está la calidad de enseñanza en nuestro país, por si algún despistado albergaba aún alguna duda al respecto, y cómo se pervierte el significado cabal de “universidad” por parte de los que no conocen otro universo que el de su propio ombligo. Aquel fue un acto tan revelador como vergonzoso, y explica claramente por qué hay que entonar ese “Basta Ya” ante la atosigadora y asfixiante endogamia etnomaníaca y tribal, que pudre y mata todo cuanto toca.

En estos tiempos tontos de perdición que supone la política onanista del regreso a la tribu y de cortas miradas que no alcanzan más allá del campanario, cuando este irreconocible PSOE zapaterista abriga y alienta -al menos hasta ayer mismo- esa involución nacionalista, el ejemplo de auténticos hombres de la cultura, de pensadores que ejercen verdaderamente de tales, tiene siempre un valor añadido, pues nadan contra la corriente de la supuesta corrección política de un socialismo que no es ni sombra de lo que quiso ser (internacionalista, antes que separatista o pueblerino), y se enfrentan a una sociedad cobarde, asustada ante la presión del fascismo que se reclama de izquierdas (tócate los nísperos), que prefiere no ver, no hablar, no reaccionar, porque es más cómodo el silencio que jugártela todos los días a todas horas ante los que, a falta de argumentos, recurren a las armas.

En esta humilde tribuna hemos recomendado siempre, con singular pasión, la lectura de la obra de Savater. He entresacado en varias ocasiones citas de un librito de ensayos que responde al nombre de “El mito nacionalista”, editado en su día por Alianza Editorial, en el que se recogen una serie de artículos que el filósofo ha dedicado a combatir esa gran mentira cancerosa de los nacionalismos que, precisamente por su condición de vasco, Savater conoce y sufre muy de cerca. El prólogo, escrito por el propio autor en el mes de enero del año de 1996 en San Sebastián, es toda una declaración de intenciones: "Esta obra pretende ser una denuncia de las falsedades en que se basa y de los males que produce el nacionalismo, uno de los peores enemigos que tiene la idea ilustrada de una ciudadanía basada en los derechos que se comparten y no en la similitud étnica. No creo que haya nacionalismos buenos y malos, sólo distingo los nacionalismos más graves de los más leves. Como vasco, intento luchar por la libertad de mi pueblo: no para que la recupere, sino para que la conserve en su democrática pluralidad actual. Cuando uno repasa la nómina de las principales amenazas que a finales del siglo pasado los europeos vislumbraban en el siglo XX, sorprende no encontrar apenas menciones al nacionalismo que había de ensangrentarlo". Basta ya. (de-leon@ya.com).

El Planeta de Savater
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