Siempre que entono aquí, o en cualquier otra tribuna, el humilde canto pro abstencionista me suelen llegar encendidos “piropos” por parte de los que son arte y parte (valga la semi redundancia) en el negocio frutero (urnero, quise decir). Lo más suave que acostumbran a llamarme es “loco”, aunque es obvio que esa postura de los fundamentalistas del voto suele ser un poquito/bastante interesada, como ya queda insinuado (o candidatos o gente muy próxima o que le debe algún favor a esos candidatos). Pero para que se vea que en esa presunta locura anti-voto no estoy solo, sino que coinciden en la misma personas muy sensatas, les dejo algunas frases fresquitas (recién cogidas de la prensa de estos últimos días), escritas a su vez por conocidos columnistas de medios de comunicación distintos y hasta distantes (ideológicamente), coincidentes todas en advertir que si alguna locura hay a estas alturas del esperpento y de la degradación democrática es la de acudir a votar a esta tropa.
El lunes, 11 de abril del año en curso, firmaba lo que sigue Felix Madero en las páginas de ABC: “No tengo inconveniente en hacer público mi voto el 22 de mayo: no votaré. Es la primera vez que me quedaré en casa. Ni siquiera contemplo la posibilidad del voto en blanco porque no sé qué significa y porque envía mensajes de aceptación de las cosas, lo contrario de lo que pretende. […] Hago esta observación no sea que la Junta Electoral, ese terreno de arenas movedizas en el que mamonean socialistas y populares, me diga que mi comportamiento es antidemocrático y punitivo. Todo puede ser, si ha sido capaz de dictar la forma en que las televisiones tienen que informar durante la campaña electoral, por qué no va a decir lo que no puedo escribir”.
Para que se vea que los que no votamos solemos argumentar mucho más nuestra decisión que quienes sí lo hacen alegremente (no diré que a tontas y a locas, aunque lo crea), Madero lo detalla nítidamente: “No votaré. No ha sido una decisión dolorosa. No. Lo he visto tan claro, estoy tan seguro de que lo que voy a hacer que me tengo como me siento: un ciudadano descansado y felizmente resuelto. Yo, que he votado siempre, en todas las elecciones menos en la de la Constitución porque aún no tenía edad; yo, que he hecho proselitismo de nuestra democracia hasta en situaciones que ahora me sonrojan; yo, que de jovencito asistí a mítines creyendo que estaba en una función solemne donde había sitio para la verdad; yo, que creí que la política lejos de ser una profesión era una actividad digna que engrandece a los hombres; yo, que di por seguro que mis ideas eran mías y que nadie me las podría cambiar, y menos el partido que empecé votando; yo, que creí que aquellos a los que votaba tenían un punto de justicia y beneficencia que los hacía especiales; yo; sin capacidad para la sorpresa y la esperanza de esta política y estos políticos, me quedaré en casa el día 22. […] Tenía y tengo argumentos concluyentes para no votar, y también alguna duda. Pero ha sido saber que PP, PSOE, CiU, Coalición Canaria e IU llevan en sus listas decenas de imputados por corrupción y dar respuesta a mi incertidumbre. Hasta aquí hemos llegado”.
Otro joven columnista, el poeta Antonio Lucas, hablaba este lunes en El Mundo de esta manera: “La única salida digna que le queda hoy al ciudadano ante las elecciones pudiera ser la abstención. Ese gesto cuantificable que subraya el desacuerdo, la indignación, el necesario rechazo a una democracia bipolar y tontiloca. Más aún cuando la charcutería política de los dos partidos mayoritarios a concurso no es más que un repertorio de alibabás desafiantes, incapaces de conjugar la honestidad con el cargo y que, entre otras cosas, ha hecho desaparecer los debates ideológicos a favor de las culpas imputables y otras malversaciones de dinero. […] El derecho a no ejercer ese derecho de votar es una resistencia, la negativa a prolongar demasiados virus ya insostenibles: el cepo de las listas cerradas, el espectáculo barriobajero de la inmunidad, el conejismo de los cargos públicos sin fin, el paraíso opiáceo de la corrupción, el travestismo de la verdad. […] Nosotros nos hemos dejado malvender cada cuatro años a cambio de una mercromina que ya no cura. Nunca elegir ha sido tan escasamente eficaz. La única forma de reformular este sistema agrietado es demostrar que abstenerse no es la ecuación del pasotismo, ni asunto de acratillas, ni apoliticismo de tercera vía. Abstenerse es rechazar. Un gesto radical y consciente de desagravio. Romper las hornacinas de los partidos sin pedradas. No es el retrato sigiloso de una ciudadanía en siesta., ni un snobismo, ni cabe aristocracia alguna en este desamparo. Es la forma más activa y contundente de decir que no queremos que estos mismos sigan decidiendo por nosotros. […] Si la diversidad es una necesidad, ¿por qué votar a los que han demostrado ser la misma farsa, con grosera invulnerabilidad? Yo paso”.
Incluso en el políticamente correcto diario El País, Antonio García-Saúco Beléndez se atrevía a escribir lo que sigue: “Aunque no soy politólogo, creo que a mis 68 años, tras vivir la dictadura franquista, la transición y la democracia, estoy en condiciones de aportar mi grano de arena en un tema que debería preocupar y mucho a la clase política: la abstención en las urnas. […] No está de más reflexionar sobre qué consecuencias tendría que el porcentaje de la abstención superara el 50% de los electores. No se olvide que tanto la abstención como el voto en blanco son tan válidos como el voto a una candidatura. Es más, se trata claramente de una opción de castigo”.
Ciertamente, hay que estar loco… sobre todo para votar a esta fauna. (miguelangeldeleon@gmail.com).