martes. 29.04.2025

Mientras hablamos de fútbol (y hay muy buena selección, en contra de la opinión de los enteradillos de turno, con esa excelente columna vertebral que componen los jugadores del Barça: Puyol, Xavi e Iniesta, y la buena nueva de la ausencia del tal Raúl), o mientras platicamos sobre hembras o hembros, la crisis parece menos. Prueba palmaria de que esas maniobras de distracción dan resultado la tenemos en el hecho de que los periódicos de papel (sí, todavía existen) hablaban este miércoles, esencialmente, del 4-1 sobre Rusia y de la ministra “miembra” del Gobierno o Gobierna. Por mi parte, dejo la columna sobre fútbol para mañana, e insisto -hoy como ayer- en la simplonada de esa pretendida Igualdad que en realidad sólo es nonimal. Una periodista me decía ayer, al respecto del artículo inmediatamente anterior a éste, que “esa matraquilla sólo la tienes tú”. Pero me temo que hay otra mucha gente que también cree que no es serio este Ministerio que Antonio Burgos llama en ABC de Igual Da, porque da igual que exista o no.

Casi todos y todas los columnistas y columnistos le han caído encima a la bella Bibiana y su bobería. “Ministra afiliada al PSOE por correo electrónico”, como ha escrito el más brillante miembro de esta cofradía de opinadotes, Raúl del Pozo: “Desde hace unos años, algunos políticos cayeron en la guirigaya de eludir el supuesto lenguaje machista, encasquetando el femenino a palabras masculinas. Yo siempre he pensado que ni la igualdad ni la belleza tienen sexo, que no hay más sexo que el género humano, pero Ibarretxe, que usa la palabra como cebo electoral y provocación pública, se dirigió a sus víctimas en una jerga oportunista, usando esa jaculatoria jesuítica de vascos y vascas, todos y todas. Enseguida los agitadores de la izquierda plagiaron la manía. Ahora vivimos una Babel gramatical”. Hasta Antonio Gala, que es más de ZP que Sonsoles, se cae del guindo: “Este Gobierno pareció alegre y confiado: golpes de efecto quinielístico en el gabinete (paridad, etcétera)”.

Ante la petición de la ministra de que el palabro “miembra” se incorpore a la gramática española, el diario El Mundo editorializa de esta guisa (con perdón por la rima): “Algunos han calificado la pretensión como una estupidez y otros han asegurado que este tipo de iniciativas son propias de las feministas que confunden el sexo y el género. [¿Sólo las feministas confunden eso? Tengo para mí que hay mucha más gente errada al respecto]. Tanto la ministra como sus defensoras feministas deberían tomar nota y reflexionar acerca de hasta qué punto la reivindicación de la palabra “miembra” favorece a la causa que dicen defender -la igualdad de las mujeres- o resulta más bien contraproducente porque es, sencillamente, ridícula”.

Arcadi Espada, otro de los mejores articulistas de la prensa española actual, también hacía hincapié en lo obvio (es decir, en lo que ve todo el mundo excepto los que van ciegos de sectarismo militante o militonto): “Desde el punto de vista político, las grotescas ceremonias como las que practicó ayer la ministra Aída en el escenario de la soberanía popular están ya desenmascaradas. El presidente Zapatero se limita a utilizar a su ministra de señuelo a las mujeres. (...) El gobierno Zapatero no sólo instrumentaliza frívolamente lo que gusta en llamar el género (nunca mejor dicho: género es mercancía), sino su parte más dramáticamente vulnerable: los miles de personas, en su mayoría mujeres pobres y extranjeras, sometidas a la violencia familiar; mujeres que se sobresaltarían confusas ante los abalorios léxicos, necios aunque elitistas, de la ministra y demás miembras”. Santiago González: “Las personas (o personos) que hoy gobiernan han elegido ‘La vida de Briam' como programa. Bibiana ha sido elegida por el presidente para encargarse de uno de los ejes de la legislatura: la igualdad entre los hombres y las hombras de España”. Lo que no es serio hay que tomárselo a broma. No queda otra.

Las que siguen son palabras del viejo académico Gregorio Salvador: “Eso sólo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo. Es una estupidez. Aída es defensora de todas esas mandangas, de esa confusión de sexo y género. Miembra es un término incorrecto. La ministra debería dejarse de bromas de mal gusto y ocuparse de resolver problemas de desigualdad preocupantes que hay en España, como las dificultades que tienen los padres en algunas comunidades españolas para que sus hijos puedan estudiar castellano”. Pero olvida don Gregorio que cuando la misma Academia a la que pertenece admite disparates como lo de “concejala”, todo cabe a partir de ahí.

¿Y hay mujeres que se han posicionado en contra de la ministra sandunguera? Sí. Un suponer, Carmen Iglesias: “Es una ignorancia supina de la ministra. Pensar que lo que acaba en o es masculino y lo que acaba en a, femenino, es un sinsentido. El idioma es mucho más sutil que eso”. Pero vete a contárselo a estos cuentistas sin sentido del ritmo, sin oído literario, y sin vista, gusto ni tacto con su propia lengua... (de-leon@ya.com).

No es serio este Ministerio
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