martes. 29.04.2025

En Estados Unidos andan ahora mismo en vísperas electorales. Lo digo por si no se han fijado. Pero no hará falta esperar a que las urnas arrojen sus resultados, ni encargar tampoco la habitual encuesta engañabobos, para aventurar que en aquella democracia americana volverá a salir vencedora la aplastante y mayoritaria abstención. Y nadie se llevará por ello las manos a la cabeza. Allí ya tienen entendido y asumido que votar es tan cívico y democrático como no hacerlo. Es la ventaja que tienen las democracias avanzadas frente a las democracias incipientes como la española, tan repleta de fundamentalistas del voto.

Por aquí abajo sigue resultando casi enternecedora la imagen de los políticos lugareños intentando explicarse el por qué o la concreta razón de la aplastante abstención registrada en esta pobre islita rica sin gobierno conocido en todas las llamadas a las urnas. Se les queda cara de bobos, aunque sabemos de sobra que la mayoría de ellos se pasan de listos.

Los impúdicos representantes públicos lugareños que se suben los sueldos con las urnas todavía calientes se preguntan, azorados, qué puede motivar esa masiva huida de las urnas por parte de los conejeros. Y todos a una llegan siempre a la misma conclusión: la playa (aunque haya estado lloviendo a cántaros el domingo electoral de turno) o el simple pasotismo. Aunque, para simple, análisis tan simplón. Les vale para el autoengaño y eso les basta para tranquilizar la conciencia, si la hubiera o hubiese.

La única verdad que sólo los ciegos (por el poder) se niegan a ver es que el pueblo no contaminado ni interesado (por parentesco, amiguismo, voto cautivo, etcétera) obra en libertad y pasa, en efecto, de la machacona jaqueca de los candidatos y de la otra matraquilla mediático/mediocre que repite siempre hasta el cansancio la falsa leyenda del “deber cívico de votar”, esa mentira que no recoge la Constitución en ningún apartado, aunque parece estar grabada a fuego en el disco duro cerebral -si lo hubiera- de los que hablan por boca de ganso o de los que lo hacen de forma y manera vicaria.

A los políticos que no nos merecemos les duele, les mosquea y -sobre todo- los descoloca esa altísima abstención. El voto en blanco les trae al fresco, pues al fin y al cabo demuestra que se acepta el mal uso del sistema democrático actual. Por eso es más útil abstenerse que votar en blanco: ni el voto níveo ni el antivoto obtienen representación en parlamentos, cabildos o ayuntamientos, pero la elevada abstención sí logra al menos el objetivo de abofetear al político para que éste baje de su nube particular, de la torre de marfil en la que vive, ignorante de la situación real de distanciamiento (cada vez mayor, mira Mela) que se ha ido produciendo entre la clase política (y sus protegidos) y los que no están alineados ni andan en la pomada del poder o por sus aledaños.

En la Constitución americana, que se abre con aquello tan bonito del “We the people” (con perdón por el anglicismo necesario), no aparece ni una sola referencia a la democracia, esa palabra con la que tanto se llenan la boca por aquí los que los que luego se ciscan en ella y se cargan su principal argumento, que es la división o separación de poderes. Mira no más en qué se han puesto de acuerdo el PP y el PSOE: en acuchillar en comandita al iluso Montesquieu. Y todavía vamos dándoles lecciones de democracia a los gringos... (de-leon@ya.com).

Obama O-Mela
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