La presidenta ausente del Cabildo se mandó a mudar esta vez hasta Alemania. La excusa, la feria turística de Berlín o por ahí. Lo de menos es el motivo, porque lo que le interesa a ella (y a quienes a ella la gobiernan, que la quieren siempre más lejos que cerca) es huir todo el rato de la agobiante realidad insular, a la que Manuela Armas permanece absolutamente ajena, en su catatónico castillo o torre de marfil a la que no llegan las preocupaciones mundanas de los parias sin partido. Allí, en esa Babia, inopia o tierra de nadie la tiene y la mantiene retenida el superconsejero plenipotenciario que todo lo puede (incluso enmendarle la plana a una ministra de su mismo partido).
La presidenta durmiente del Cabildo, como es triste fama, nunca habla por sí misma, sino por voz delegada o vicaria: mueve los labios a veces, pero el mensaje es del ventrílocuo que la maneja o del negro que le escribe el discurso único y repetido hasta el cansancio, que además es copiado. Ella es, apenas, eco del eco de un eco. Y cada vez que intenta decir algo de su propia cosecha la mandan de vieje, ora a China (con el cuento chino del “gratis total”), ora a la Expo de Zaragoza, después a Fitur, más tarde a Berlín... y tiro porque me toca. Ni en China, ni en Zaragoza, ni en Madrid ni en Alemania ni en las Chimbambas Coloradas hizo jamás Manuela nada por esta isla que no se pudiera haber hecho sin su presencia, pero a ella le han contado que es imprescindible que esté emulando a Marco Polo para el futuro de Lanzarote y casi ha terminado creyéndoselo. Mentiras piadosas, que las llaman.
Mientras tanto, la isla patas arriba, liderando el porcentaje regional y nacional de parados, y a la cabeza del mundo y parte del extranjero en conferencias sobre el imposible turismo sostenible. Ella y los suyos viven mejor que nunca. ¿Dónde está entonces el problema, si lo hubiera o hubiese? Exageraciones de la prensa. De hecho, ella será una de las pocas mujeres de Lanzarote que no padecerá la crisis que hasta justo anteayer el Zapatero embustero no reconocía. ¿Para qué dedicar entonces ni un solo segundo de su precioso tiempo a hablar -mucho menos a intentar atajar- el principal problema que aqueja a día de hoy a esta pobre islita rica sin gobierno conocido?
Disfrazan los amanuenses de Manuela, también conocidos como los biempagados, su falta de ideas y de discurso propio con un puñadito de frases hechas, perfectamente intercambiables, que valdrían tanto para un roto como para un descosido. Pura falacia verbal. Literatura sonajero, para embobar al niño, para distraer al abducido, para contentar al correligionario, para convencer al convencido de antemano, para cegar aún más al sectario. Infralenguaje de consumo interno. Puro engañabobos, en conclusión.
Mantiene Manuela su discurso prestado en la sostenibilidad urbanística (ella, que cuando se crea en Lanzarote la moratoria turística para detener el crecimiento especulativo militaba con los “malos malísimos” de Coalición). Mantiene Manuela que cree en la coherencia política (ella, que hasta casi anteayer se declaraba “nacionalista de toda la vida” y ahora ha terminado mutada, trocada o trucada en “socialista de toda la vida”). Mantiene Manuela que practica la transparencia (ella, que se molesta cuando los periodistas le preguntan por los gastos generados por su viaje a China durante casi medio mes, o por los resultados prácticos del desplazamiento; ella, que no se presta a debates abiertos sino a onanistas entrevistas con cómodas preguntas pactadas de antemano; ella, que llama mercenario al director adjunto de un periódico grancanario porque no le ríe la gracia que no tiene). No, no creo en el discurso de esta mujer que cree que es la madre, el alfa y el omega de la transparencia (opaca), la democracia (sorda) y la sostenibilidad (insostenible, pero rentable para cuatro listos) porque en realidad su discurso ni siquiera es suyo, sino vicario, prestado o delegado, como queda dicho y comprobado. No creo en su discurso porque ella misma tampoco creía en él cuando militaba en la fuerza oscura del mal. No es sostenible, ni democrático ni transparente el espectáculo que nos ofrece una presidenta que abronca en público a los periodistas que le preguntan por un viaje a China pagado con dinero de todos (periodistas incluidos). No es sostenible que la presidenta que cree que es la mejor porque no se cansa de repetírselo a sí misma ante el espejo y que más se jacta de demócrata y transparente tenga por bandera la opacidad de su gestión, e imponga en los plenos la soberbia, los malos modos, el ninguneo, el desprecio y la mirada por encima del hombro a la oposición, que tampoco está como para tirar voladores (nunca lo tuvo tan fácil ante la total inacción o parálisis del dividido grupo de gobierno, y sigue a verlas venir). No es sostenible desde ningún punto de vista, y mucho menos desde el prisma de la democracia, que la presidenta fomente la división de la población (y de sus medios de comunicación, y de sus periodistas) en el clásico e infantil “buenos y malos”, al grito fraticida o guerracivilista del “o conmigo o contra mí”. (de-leon@ya.com).