¿Recuerdan a los payasos de la tele? No hablo de los que salen en los telediarios todo el rato, sino de los que cantaban aquello de “Con frío o con calor, el circo daba siempre su función”. Los políticos, con crisis o sin ella, trincan todos el avión… y se plantan en Fitur, porque ellos lo valen (aunque pagan la excursión con nuestro dinero, hoy como ayer). A la hora en la que escribo estas líneas ya han volado la mayoría de ellos y su jarca de asesores y tiralevitas hasta la capital del Reino que va quedando, a trabajar por nosotros, pecadores. Hasta pena me dan. Muchos regresarán de Madrid deslomados, después de tanto afán promocional, tanta “optimización”, tanta “puesta en valor” y demás disparates de ese infralenguaje que conocemos como “politiqués”, del que acaban siendo esclavos tantos periodistas papanatas, como es triste fama.
Esta semana del mes de enero de 2012, a poco que nos fijemos, notamos todos que incluso en la cada día más colapsada Arrecife, la caos-pital lanzaroteña, el tráfico de coches se volvió, como por ensalmo, algo más fluido. No mucho, porque tampoco hay que pedir milagros o imposibles, pero sí al menos un fisquito. No reclamemos peras al olmo ni duraznos a la rama de batatera, y mucho menos eficacia y vergüenza a los que nos malgobiernan en esta pobre islita rica sin gobierno conocido que lleva más alegres expedicionarios a Fitur que turistas trae/atrae de Fitur para acá. El mundo al revés. Ni crisis ni santas crisis. Hay cosas que no cambian. Sobre todo las malas. Los pájaros –y van muchos a Madrid a hacer como que hacen- contra las escopetas. Así se escribe la intrahistoria insular.
De esta matraquilla anual de Fitur andamos ya la mayoría de los lanzaroteños hasta algo más arriba de la coronilla, pero el político, que vive en su torre de marfil ajeno a lo que se censura o se sufre en la calle, vuelve a obrar con su ceguera a prueba de crisis el milagro de hacer que un gran número de ociosos se trasladen a Madrid a costa del erario público. Hasta el director de un rotativo grancanario caía hace apenas unos años en la cuenta de lo obvio, o de lo que hasta hace un rato sólo veíamos incurables escépticos como el que esto firma: “Hacia Madrid desfilan, como por arte de un ritual cuya utilidad todos cuestionan pero que ninguno se pierde, medio Gobierno, todos los cabildos, decenas de alcaldes y concejales, una legión de periodistas y expertos en el difícil arte de conseguir una subvención para los proyectos más peregrinos”.
Lo de acudir a Madrid a trabajar por nuestra promoción exterior (no se me ría nadie) es una meritoria empresa para la que no basta con mandar a algún representante político cabildicio o municipal y a los técnicos en la materia turística. No, aquí somos más originales y, como además vamos sobrados y estamos que nos salimos y tiramos la casa por la ventana, pese a las mil y una falsas promesas de contención del gasto y del despilfarro, mandamos para allá, no una representación política, técnica o empresarial, sino a toda una legión de vividores del cuento y, sobre todo, del citado y castigado erario público, que aprovecharán el sufrido desplazamiento hasta la capital de España para decirse a sí mismos lo mucho y bien que están trabajando por nuestro futuro insular. Y todo ello bajo los sones del estruendoso aplauso mediático que no pocas veces se troca en peloteo mediocre, para mi gusto.
A los pocos osados que desde hace lustros hemos criticado abiertamente en la prensa la evidente orgía dilapidadora de la clase política insular con la excusa de Fitur se nos llamaba hasta anteayer de todo menos batateros, incluso desde muchos medios de comunicación que comían y callaban, aunque conocían el paño y el escándalo igual o mejor que nadie. Hoy, con lo de las vacas flacas, se nos da la razón con la boca chica pero se sigue excusando que el circo siga dando su función con los mismos payasos, siempre que éstos recorten en parte el número de palmeros y demás adosados. No caen en el pequeño/gran detalle de que si el escándalo antes era mayúsculo, ahora no es menor teniendo en cuenta que en la misma isla en donde por aquel entonces el paro laboral era algo meramente testimonial, hoy es un verdadero y multitudinario drama social.
¿Paro? ¿Qué paro? ¿Crisis? ¿Qué crisis?