martes. 29.04.2025

Algunos pensábamos, hasta ayer mismo, que las sobrinas de los cardenales no tenían tetas. Miento, en realidad pensábamos -al menos quien esto firma- que los cardenales no tenían sobrinas, porque cuesta ponerle diabólico cuerpo de mujer incluso a las parientas lejanas de los que a su vez andan tan alejados del mundanal ruido, en sus catedrales o palacios episcopales convertidos en torres de marfil, más celestiales que terrenales. La revista Interviú nos ha sacado esta semana de dudas: como las ventas van en picado, han colocado a una muchacha en portada con las tetas también en caída libre... pero con la pequeña/gran diferencia de que la malcriada es sobrina carnal del mismísimo Antonio María Rouco Varela, actual presidente de la Conferencia Episcopal y Cardenal Arzobispo de Madrid (“Arzobispo valiente”, como decían en el desternillante chiste los de Faemino y Cansado). La chinija malcriada y descarada, llamada para más gracia Magdalena y a la que ya han rebautizado los más coñones como “la Rouca”, viene a acusar a su tío de hipócrita para arriba. Nada nuevo bajo el sol, vive Dios, porque Iglesia e hipocresía son términos casi sinónimos, o primos hermanos. Pero es obvio que la noticia no está en las palabras pronunciadas por la sobrina descarriada, que no nació especialmente dotada para el verbo, sino en el hecho anecdótico de que se olvidó parte de la ropa cuando le hicieron las fotos que iban a ilustrar la entrevista en profundidad. Un descuido lo tiene cualquiera.

Según la moral católica imperante, el cuerpo es pecaminoso (y es cierto que debe ser pecado ver algunos cuerpos desnudos, sobre todo si pertenecen a la Conferencia Episcopal Española). No pensaba así el propio Jesucristo. A los hechos narrados en los Nuevos Testamentos me remito. Pero vete a hablarle de Cristo a la curia romana, que sólo adora al que se han inventado a su imagen y semejanza (opulenta y desapegada del pueblo, de la calle).

No tiene esta otra Magdalena pecadora -puestos a contar verdades- unos pechos como para tirar voladores, visto lo visto, puesto que no son nada del otro mundo, confirman como pocos la maldita ley de la gravedad y de no apellidarse Rouco no habría aparecido ni en la portada del “Play Boy de Teseguite”, pero al menos sus tetas son suyas -valga la redundancia-, y no de la silicona... de momento, porque después de cobrar por el instructivo reportaje a fondo es más que probable que acabe cayendo en la tentación de la cirugía es-tética (con perdón por el elemental juego de palabras).

Miren lo que dice el afamado doctor brasileño Drauzio Varella, una eminencia médica internacional que se ha especializado en tratar a pacientes que padecen cáncer y Sida, y que no me consta que tenga también parentesco con Rouco, pese a la similitud del apellido: “En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres que en la cura del Alzheimer. Dentro de muy pocos años tendremos viejas de tetas grandes y viejos con el pene duro, pero ninguno se acordará para qué sirven”.

Los que somos sinceros melómanos no sólo por nuestra querencia musical reconocemos unas tetas de mentira a leguas de distancia, modestia aparte. Nunca nos ha engañado ni traicionado ese instinto básico. Son muchos años analizando turgencias (cosa freudiana con la que ya se nace, probablemente) como para que nos la vengan a dar con queso o con silicona a estas alturas. La ciencia avanza que es una barbaridad, pero para barbaridad mayúscula el destrozo que opera en las que se operan tan alegremente por un quítame allá ese pazguato estar a la última, que tantas víctimas deja en el camino, preferentemente femeninas, porque la mujer es la gran esclava de la moda, como es triste fama. Van ellas convencidas, por propia experiencia, de la gran máxima o axioma cultural que sostiene -nunca mejor dicho- que pueden más dos tetas que dos carretas. Gran verdad universal, por otra parte, como bien sabemos y padecemos lo esclavos de esa beldad. Mujeres guapas de romperse cargan con simetrías artificiales que les son impropias, ajenas, postizas e impostadas.

Junto al tonto de baba y al tonto del culo, hoy tenemos a las tontas de teta que suelen tener la teta tonta (de plástico, o sea). Hay otra gran verdad universal: no todas las recauchutadas son tontas, pero está claro que todas las tontas están ya recauchutadas. (de-leon@ya.com).

Tontas de teta (II)
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