Recibo un correo electrónico de una redactora que cree conocer mis gustos a la hora de escribir sobre determinados asuntos: “Te adjunto esta noticia que pillé en internet. Creo que tiene un artículo”. Traducido al cristiano, o dicho en canario: “Chacho, a ver si escribes algo sobre esto”. Pero como ella es vasca, lo dice a su manera y barre para casa porque la noticia adjunta habla de Euskalsex, una nueva feria del sexo que acaba de inaugurarse en Bilbao (en el mismo Bilbao, puesto que la han colocado en el corazón de la ciudad). Ya sé que a más de uno las palabras sexo y vascos escritas juntas se le antojan “contradictio in terminis”, una suerte de contrasentido absoluto, y hasta la Cicciolina de la teta creciente, una de las estrellas invitadas al invento en calidad de antigua felatriz y pornocandidata, ha caído en la evidencia: “Estoy en Bilbao para acabar con la imagen conservadora de los vascos ante el sexo”. Ya de paso y metida en harina, ha aprovechado ella el viaje para presentar otro libro sobre ella misma (ha vivido mucho y ha dado muchos “viajes”) y presentarnos a sus dos gemelas al norte del ombligo, que están mucho más creciditas que la última vez que las vi en Barcelona, a fe mía (milagros de la silicona, un invento del Maligno para cargarse la atracción pectoral, porque la buena pechonalidad o es grávida o no es nada, como tiene escrito y estudiado Juan Manuel de Prada en su científico tratado al respecto del pecho perfecto preferido por lo hombres y los lesbianos).
La noticia sobre Euskalsex, claro, viene ilustrada con fotografías, porque lo pornográfico es esencialmente gráfico, como su propia palabra indica, tal que la televisión y otras guarrerías españolas, que diría Chiquito de la Calzada, el rey del neologismo patrio. En la foto principal aparece la mencionada Cicciolina posando como nos obligaban a hacerlo a los soldados allá cuando el cuartel: sacando pecho y mostrando el arma (de plástico, en el caso de ella). Posa la moza justo delante de Puppy, el perro que custodia el Guggenheim, que toca la casualidad que es obra (el perro, no el Guggenheim) de su ex marido, el tal Jeff Koons, con dos o.
Eso de los vascos sin sexo, o con muy poco sexo, no es más que una leyenda urbana y rural. Un mito, como tantos otros que hay sobre una región que tanto gusta de la mitología, en donde lo que el filósofo vasco Fernando Savater llama etnocentrismo nacionalista a ultranza ha llevado a muchos a donde los ha llevado (me niego a escribir ni una línea con respecto al eufemísticamente denominado “conflicto vasco”, una expresión políticamente correcta, muy del gusto de ZP o del lindacara Ibarretxe). Firma la información de marras otro que parece lugareño, apellidado Aríztegi, que escribe que “Cicciolina paseó con los pechos fuera y atribuyó el problema vasco a la escasez de sexo, y dijo que el terrorismo nace de la mente de un individuo acomplejado, infeliz y lleno de problemas sexuales. Su visita no defraudó. Si Sabino Arana levantara la cabeza, no daría crédito al cambio de Euskadi en los últimos años. El ideólogo del nacionalismo [un carca de cagarse, por cierto] debió revolverse en la tumba de haber comprobado que, a dos pasos de la avenida que lleva su nombre, se reivindicaba el euskera como lengua para hacer cine erótico. El legado de Arana sufrió así un auténtico varapalo con un acto provocador que pretende acabar con la conservadora imagen de los vascos y el sexo”.
En la actualidad, no se sostiene la teoría (o se sostiene menos que las lolas de silicona de la Cicciolina) de que los vascos (y las vascas, lindacara dixit) folgan poco y mal y que por eso llevan esas caras de amargados tipo Arzalluz y por ahí. Cuentos. En el País Vasco, como en cualquier otra parte de la España actual, no tienen sexo los que no tienen seso... e incluso los descerebrados van sobrados, porque la parte proporcional de descerebradas es parejo, y más ahora con esto del igualitarismo y la “discriminación positiva” (esto último sí que es un imposible o un contrasentido mayor que el de vasco y sexo).
NOTA AL MARGEN: En algunos congresos sobre pornografía se ha estado debatiendo en ocasiones si las mujeres malas que la protagonizan son actrices o prostitutas, o si el porno es arte. Hay una frase hecha para la segunda cuestión: “Que el arte sea transgresor no significa que toda transgresión sea artística”. (de-leon@ya.com).