martes. 29.04.2025

El fútbol es la vida, dice el muerto Fernando Fernán-Gómez en un anuncio que se emite antes, durante y después de los partidos de Liga. Lo sabemos los que hemos “vivido” con el fútbol desde chinijos. El mismo sábado que se iniciaba la actual temporada 2008/09, el consumado escritor y futbolista frustrado Eduardo Galeano, cuando le preguntan en el diario ABC en qué se parece el fútbol a Dios, responde que esa semejanza tiene que ver con la devoción que le profesan los creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales. Intelectuales de medio pelo (nada que ver con los calvos), añado por mi cuenta y riesgo. Muchos enterados de la caja del agua se han hartado de escribirlo o insinuarlo, pero no se ha demostrado nunca en ningún sitio que el fútbol tenga que ser, necesariamente, incompatible con el pensamiento... ni con la falta de pensamiento tampoco, puestos a contarlo todo (en caso de duda, véase las celebraciones callejeras de los descerebrados de turno que confunden el arte balompédico con el grito).

“Reducido al intelecto, el intelectual es un mutilado. Se consuela despreciando lo que no puede disfrutar. Para muchos intelectuales de izquierda, el fútbol tiene la culpa de que el pueblo no piense, y para muchos intelectuales de derecha el fútbol es la prueba de que el pueblo piensa con los pies”. Es palabra de Galeano, otro intelectual... con cerebro (no es redundancia, aunque lo parezca), no con simple o simplona pose intelectual. El escritor uruguayo, además, ya ha resuelto la pregunta clásica sobre quién ha sido el mejor jugador de todos los tiempos: Peledona. Incluso en eso estoy casi de acuerdo con él.

Total, que echó a andar la Liga, para hacernos olvidar crisis, desgracias aéreas y otras amarguras cotidianas. Una crisis, la económica, que casi se lleva con ella a nuestra humilde UD Lanzarote, que ha empezado dándole la mejor alegría al medio millar habitual de fieles que congrega domingo sí, domingo no, en la Ciudad Deportiva, y además dejando buen sabor de boca, a pesar de la estrecha victoria (1-0).

En las alturas, tropezaron los más grandes. El Barcelona, como de costumbre, jugando como nunca (y mereciendo golear) y perdiendo como casi siempre que se duerme ante los más menesterosos de la categoría. Y el Real Madrid (que debió dejar en el banquillo al tal Cristiano Ronaldo, a pesar de la vara veraniega que nos ha dado la prensa sensacionalista deportiva y la teóricamente más seria) mereciendo perder... y perdiendo (cosa rara, pues va de blanco precisamente por la “leche” que siempre tiene a favor, arbitrarios arbitrajes aparte).

No creo en la bondad de los “minutos de silencio” cuando quienes los guardan frente a las instituciones oficiales son políticos, pues utilizan los nobles sentimientos o los buenos propósitos para agenciarse o asegurarse la foto en el periódico o la imagen en la televisión. En la Ciudad Deportiva conejera, como en la mayoría de los campos españoles, se guardó unos minutos de silencio por los fallecidos en el accidente de Barajas. En el tinerfeño Estadio Heliodoro Rodríguez López se guardó también un minuto de silencio “por los socios del CD Tenerife fallecidos en el último año”. Sobre los casi cien canarios (grancanarios, preferentemente) muertos en Barajas no se dijo ni pío... pío. Victoria, por goleada, del maldito pleito insular. Prueba palmaria de que el fútbol tiene grandezas y miserias, como la vida misma. Por eso dice tanta verdad Fernán Gómez: “el fútbol es la vida”. (de-leon@ya.com).

Vergüenza en el Estadio
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