miércoles. 30.04.2025

Quienes tenemos o sentimos una pasión cuasi enfermiza por el cine (¿hay alguna pasión que no sea enfermiza?) nos enganchamos con pasmosa y peligrosa facilidad a cualquier cosa que trate sobre el mal llamado séptimo arte, y vigésimo quinto en España. Películas propiamente dichas aparte, que ya sólo devoro en las salas multicines o en lo canales digitales y cuales de don Jesús del Gran Poder Mediático (Polanco para los amigos y demás personas piadosas), los gringos, que son los reyes del invento, como es fama, hacen unos documentales que a los enfermos de cinefilia nos mantiene hipnotizados frente a la pantalla. Madrugadas atrás daban uno en el Digital Plus, en el que se volvía a hablar de Lanzarote por el único motivo que siempre se habla de nuestra isla en Hollywood: el rodaje en las playas de Papagayo y por ahí de un bodrio que en España se llamó “Hace un millón de años”, una película mala, mala, mala donde Raquel Welch era la chica buena, buena, buena en el más amplio sentido de la palabra.

Es la prueba empírica de que hay muy malas películas que le han dado muy buena publicidad internacional a esta pobre islita rica sin gobierno conocido. Otro bodrio de los que hacen época fue “Enemigo mío”, una producción alemana que generó además una gran polémica en su día y momento en Lanzarote con motivo del movimiento de grandes cantidades de piedra lávica que se llevó a cabo para su costoso rodaje. Toneladas de volcán fueron embarcadas entonces hacia unos grandes estudios allá en el centro de Europa.

Siempre digo en este punto que los lanzaroteños, que vivimos y dependemos casi exclusivamente de la imagen y de la buena promoción en el exterior, nunca agradeceremos como se merece el favor que nos hiciera, años ha, el rodaje en Lanzarote de aquella película que, pese a su ínfima calidad, es un referente universal, y no hay recopilación cinematográfica en la que no aparezcan algunos fotogramas con la Raquel de marras huyendo de las garras de los monstruos en la costa conejera. Ello ha posibilitado, en efecto, una constante publicidad para la isla que se hizo efectiva cuando la película se estrenó en medio mundo, y que sigue siéndolo hoy porque la misma se ha convertido en referencia casi obligatoria de los cinéfilos de todo el planeta.

A nadie le importa el poco rigor histórico que supone eso de ver a los dinosaurios conviviendo (es un decir) con los humanos, pero las carnes prietas de la Welch de sus mejores días huyendo constantemente de unos bichos que hoy causan risa, más el añadido de los paisajes cuasi lunares o falsamente primigenios de Lanzarote, terminaron convirtiendo a la peliculeja en un objeto de culto (hortera o cutre, de acuerdo, pero devoción al cabo) de los aficionados a las rarezas filmadas. Prueba de ello es que, como queda dicho, no hay resumen de la historia del cine en donde no aparezca algún plano, escena o secuencia de aquella producción en la que también hicieron sus papelitos, como figurantes, aparte del infaltable Heraclio Niz, el Pollo de Arrecife, muchas conejeras de la época. Hoy, en 2007, figurantes somos todos. Y actores o “p-actores” principales, los políticos: ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Figúrate. (de-leon@ya.com).

Y los sueños cine son...
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