Durante la reciente celebración del mal llamado Debate sobre el estado de la Nacionalidad, aprovechó el presidente del Ejecutivo canario para reconocer -aunque sea tarde y con sol- una obviedad en la que llevamos lustros insistiendo en esta misma tribuna, como el que clamaba en el desierto. Confesó Rivero que la implantación de la denominada jornada continua escolar “ha sido un error”. Al fin alguien, desde el mismo Gobierno canario que en su día y en mala hora dio carta blanca a ese disparate mayúsculo que sólo beneficia a los maestros y perjudica al resto de la sociedad canaria, cae en la cuenta de lo evidente. Horita iba siendo ya, vive Dios.
Mientras, los maestros más insolidarios de la región siguen a lo suyo. O sea, convocando sus habituales huelgas para pedir lo de siempre: “más dinero”, como decía aquella tonta canción que, como todas las canciones tontas que en el mundo son, acaparó fama, diales y discojaquecas.
En un reciente artículo publicado en la revista dominical del ABC, el escritor Arturo Pérez Reverte se refería a la decisión de la Junta de Andalucía -otra que tal baila- que, fiel su política de compra de votos, va a premiar a los maestros de allí “que se comprometan a la mejora de resultados” con siete mil euros de propina. Más de un millón de pesetas (no diga usted “de las antiguas”, que no las hay modernas) por cumplir con lo que es su teórica y única misión. Y, claro, Reverte tarda menos que los políticos canarios en caer en la cuenta de la obviedad: “Lo que demuestra entonces que son ellos quienes tienen la culpa: ni la Logse, ni la falta de autoridad que esa ley les arrebató, ni la añeja estupidez analfabeta de tanto delincuente psicopedagógico, inquilino habitual, gobierne quien gobierne, del ministerio de Educación. Los malos de la película son, como sospechábamos, los infames maestros”.
Van cayendo en la cuenta en Canarias los cuentistas de la vida política. Ahora falta que también tropiecen con la misma piedra filosofal otros actores de la sociedad que tienen igualmente alguna responsabilidad (o irresponsabilidad, visto lo visto y leído). Un suponer: los periodistas, casi siempre atentos a las egoístas reclamaciones de los enseñantes y casi nunca preocupados por los teóricamente sagrados derechos de los ninguneados alumnos, que siguen instalados en el pelotón de los torpes, como es triste fama, con el fracaso escolar con viento en popa y a toda vela. Nada les digo de los sindicatos más gremialistas, que apoyan medidas tan disparatadas como la anunciada por la Junta andaluza. También lo escribe Pérez Reverte: “Consideren si no la van a apoyar: ya han conseguido que a sus liberados, que llevan años sin pisar un aula, les prometan también los siete mil euros de forma automática, por la cara. Y más ahora que, de aquí a tres años, con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas. Y más si curra en España, el único país del mundo donde los profesores de griego y latín enseñan inglés”. Y en el País Vasco, como escribe esta semana Edurne Uriarte en ABC, maestros que no hablan bien el euskera dan clases de matemáticas en esa lengua, para contentar la frustración endogámica. Pobres alumnos, tan lejos de la educación y tan cerca de los profesionales de la huelga y del chantaje social. (de-leon@ya.com).