martes. 22.04.2025

Por Laura San José

El vino está de moda y cada vez son más las personas que saben diferenciar un buen caldo o buscar la mejor cosecha. Lo que para algunos es una auténtica pasión o una afición, puede ser para otros una forma de ganarse la vida. La carrera de Enología ha visto cómo en los últimos años ha multiplicado su número de alumnos. Si hasta hace bien poco las personas que se ocupaban del tratamiento en las bodegas eran los químicos, ahora desde distintos ámbitos se está reclamando que su estudio forme parte del listado de nuevas carreras, algo que de momento, no se ha conseguido.

Es más, muchos responsables del sector se quejan de que no hay suficientes especialistas en esta materia y hablan de una ocupación del 95% entre aquellos que han concluido su formación con éxito, la mayoría fuera de España.

En nuestro país existe la licenciatura de Enología de segundo ciclo a la que se accede tras tres años de diplomatura o de otra licenciatura. A pesar de que los estudiantes no pueden optar por una formación específicamente vitivinícola, Juan José Otamendi, uno de los copropietarios de Bodegas El Grifo, cree que las personas que llegan a trabajar en este sector sí cuentan con los conocimientos suficientes para poder desempeñar su labor con efectividad. Asegura que “la gente viene con mucha base teórica y la mayoría con prácticas realizadas, así que aunque como en todas las carreras, los alumnos pueden salir con determinadas carencias, el nivel no es malo”.

Potenciar el estudio del vino

Otamendi está completamente de acuerdo con la idea de que se potencie el estudio del vino, sobre todo en un país con gran tradición como el nuestro. Comenta que “sería algo bueno, aunque en este momento, hemos ido cubriendo el déficit que teníamos gracias a las universidades francesas, especialmente de Burdeos y Montpellier, donde han estudiado nuestros principales enólogos”.

Precisamente, una de las principales reivindicaciones que hacen desde el sector académico es que los estudiantes españoles no cumplen con los requisitos mínimos solicitados en el mercado europeo y no pueden trabajar en otros países, mientras que los que han llevado a cabo sus estudios fuera tienen las puertas abiertas en España. Otamendi dice que “esto es cierto pero la culpa la tienen las universidades, que aquí están en fase arqueológica”.

Universidades desfasadas

El responsable de El Grifo asegura que “el país ha avanzado mucho y no lo han hecho sus facultades, que mantienen un carácter muy endogámico, con materias que no interesan a nadie y temas alejados de la realidad de hoy”. Esto no ocurre en otros lugares, por eso, aunque Madrid, Cataluña o Andalucía ofrezcan estos estudios, muchos jóvenes prefieren irse fuera, sobre todo a Francia, ya que el nivel de formación no es ni siquiera comparable.

Algunos expertos también han criticado que las facultades de enología se han establecido a veces sin lógica, en provincias donde, por ejemplo, no existen viñedos o una tradición que las respalde. Sobre esto, dice Otamendi que “es verdad y yo creo que lo que tendría sentido es que la universidad estuviera donde hubiera una demanda social”.

También es habitual encontrar facultades en las que los alumnos no tienen ninguna posibilidad de ofrecer a sus estudiantes una formación práctica ya que no disponen de viñedos o una bodega experimental. Sobre esto, el empresario lanzaroteño dice que “si esto cambiara sería una revolución en la universidad española, ya que este problema no existe sólo en esta profesión, sino en prácticamente todas”.

Alumnos en prácticas

Otra queja que manifiestan los profesores de Enología es que cuesta mucho que las empresas colaboren y dejen que los alumnos realicen prácticas, algo que no se produce en otros países. El copropietario de El Grifo dice que “por ejemplo, en Francia es la propia universidad la que canaliza las prácticas y envía a los jóvenes a viñedos de todo el mundo”. De hecho, comenta, como la formación en otros países sí que es efectiva y está encaminada a satisfacer los intereses reales de los bodegueros, las propias empresas financian parte de estas actuaciones; algo que no ocurre en España.

“Ninguna universidad se ha puesto en contacto con nosotros para proporcionarnos becarios y nos gustaría porque cualquier tema de formación tiene una ventaja para las dos partes”, reconoce Otamendi. Asegura que la gente que acude a una empresa va con muchas ganas de aprender y hacer cosas y eso es positivo para todos. Comenta que “en dos meses que es lo que dura una vendimia, el alumno puede aprender muchas cosas sobre lo que es la vida real en una bodega”. De momento, como esta posibilidad no suele darse, los empresarios suelen saltarse el paso por la universidad y es frecuente que contraten a jóvenes que acaban de terminar la carrera y quieren sacar un dinero, pero deja claro que esto no es algo que facilite la universidad. Es más, lo corrobora diciendo que alguna vez que han pedido bolsas de trabajo a las universidades canarias, el proceso les ha resultado tan largo que nunca ha dado los frutos deseados.

Las facultades de enología no están a la altura de la tradición de las bodegas españolas
Comentarios