miércoles. 23.04.2025

Si hay algo que ha quedado claro después de las recientes elecciones generales es que España ha sido la única que ha perdido las mismas.

Por muchas razones, los españoles estamos condenados a padecer, elección tras elección, la lacra de tener unos políticos absolutamente incapaces de llevar a este país por derroteros que no sean exclusivamente los intereses personales de los políticos patrios.

Si hasta el dia 9 de noviembre solamente Pedro Picapiedra corría el riesgo de tener un cuadro de insomnio permanente en su retiro dorado de la Moncloa, con el preacuerdo suscrito con Pablo Mármol, este cuadro se ha extendido, cual plaga bíblica, por el resto del territorio nacional afectando a todos los ciudadanos que tenemos al desgracia de habitar en el.

Lo que se ha demostrado es que el Alzhéimer no es solamente una patología médica de insufribles consecuencias para los enfermos que las padecen sino que además se ha convertido en un problema político de difícil solución.

Repasando la hemeroteca nos damos cuenta de que, una vez más, las declaraciones, manifestaciones, los discursos de nuestros políticos terminan siendo más falsos que un euro con la cara de Franco.

Lo que hace unos meses era poco menos que un suicidio colectivo, el pacto con Pablo, ha pasado a ser un proyecto de futuro esperanzador que vendrá a solucionar todos los problemas que tenemos los ciudadanos, no solo económicos y sociales, con medidas de dudosa aplicación por lo caóticas que podrían ser, sino además la solución a los graves problemas políticos que han causado todos aquellos, que con su incompetencia manifiesta, los políticos que hoy se arrogan el carácter de salvadores de la patria.

El “PACTO DEL ABRACITO” no es otra cosa que la puesta en escena de la obra teatral más burda jamás escrita.

Pero el verdadero problema no es el pacto en si mismo, que podría llegar a entenderse desde un punto de vista estrictamente político como la unión de dos partidos de izquierdas, sin más en común que su propia inutilidad para gobernar.

El verdadero problema, bajo mi modesto entender, es que para que se lleve a cabo y se pueda acabar con el bloqueo más famoso de la historia reciente, es necesario algo que, aunque pueda parecer obsceno o vulgar, solamente pueden hacer aquellos a los que el interés nacional les importa bastante poco, por no decir nada, siempre que ese interés no afecte a sus ansias de poder personales, una bajada de pantalones en toda regla.

En política todo es negociable menos alguna cosa.

Son negociables las transferencias a las comunidades autónomas. Son negociables las inversiones a realizar en todos y cada uno de los territorios que componen nuestra geografía, es negociable las alternancias en los mandatos, en los gobiernos municipales y autonómicos, pero si hay algo que no es negociable en absoluto es romper la Carta Magna por el artículo 33.

Los Picapiedra pueden negociar con los Vascos más dinero para Euskadi, pueden negociar con los Turolenses modernizar su región para evitar la despoblación, el aislamiento de sus pueblos por la falta de tecnología, pueden mejorar sus comunicaciones, pueden llegar a un acuerdo con Revilla para que el tren a Bilbao vaya más rápido y que sus famosas anchoas de puedan exportar a mas destinos, poner a los Gallegos viveros de percebes, mantener a los canarios la Agenda y el 75%, le pueden dar a Errejon la gerencia de las guarderías estatales, pero lo que no pueden negociar con los Catalanes es, ni la independencia, ni el referéndum ni la amnistía de sus dirigentes presos.

Resulta curioso que, en contra de la historia del nacionalismo catalán, en el que Pujol y Cía. no hacían otra cosa que sacarle perras al estado a cambio de apoyos al gobierno de turno, menos el 3% que iba para Andorra como contribución a la causa, los actuales dirigentes independentistas están pidiendo justamente lo único que no se les puede conceder, medidas contrarias a la lógica, a la inteligencia colectiva y, lo que es más grave para ellos, contrarias a la Constitución.

Por esto, cuando se habla de que los firmantes del Pacto del Abracito necesitan imperiosamente el apoyo, en forma de abstención, de los chicos de Junqueras para poder celebrar asaderos y botellones en los jardines de la Moncloa sin miedo a que venga el demonio disfrazado de Vox y les eche por ocupas, solamente mediante una bajada de pantalones de una de las dos partes se puede llegar a que este pacto pueda ser una realidad.

O ceden Pedro y Pablo o lo hace Rufián. O los amantes de Teruel, nunca mejor dicho por la aparición en escena del apoyo de esta región española, aflojan el cinturón y acceden a negociar alguna de las incalificables pretensiones de los republicanos catalanes, o son estos últimos los que renuncian a sus reivindicaciones, por miedo a que en unas nuevas elecciones generales, la horda constitucional que forma Casado y Abascal les pueda pasar por encima con un 155 en toda regla. El miedo que les puede entrar ante este panorama puede conseguir que intenten renegociar sus postulados y entender que, como ya hizo en su día el Molt Honorable, se saca mas poniendo la mano boca arriba que cerrándola a cal y canto.

No creo que haya más opciones, aunque, como siempre, puedo estar equivocado y de repente, el PP y lo que queda de los Rivera´s Boys se abstengan por el interés nacional y permitan que Pedro gobierne sin necesidad de unos y de otros, con lo que la tranquilidad volvería a las camas de los ciudadanos, aun a costa de fastidiarles el negocio a las farmacéuticas ya que no venderían ni tranquilizantes, ni sedantes, ni ansiolíticos.

Desde luego complicado esta, porque sinceramente, dejar que Pedro gobierne en solitario, aun cuando tengan firmados acuerdos de estado con los constitucionalistas, no es algo que me motive demasiado.

Pues lo dicho, o bajada o elecciones.

Y por si a alguien se le ocurre tacharme de mal educado o de que tengo una profunda falta de respeto hacia la clase política por los términos en los que me refiero a estos personajes, solamente le diré que quien realmente falta al respeto a la ciudadanía son estos indocumentados neuronales que con tal de mantenerse en la poltrona y seguir cobrando del erario público son capaces de mentir hasta la saciedad y pensar que el ciudadano es tonto, que se cree cualquier mentira que nos cuente o que cuando cambian indecentemente de opinión es solamente por el bien del pueblo que les ha votado y los que no.

Hablando claro, o bajada de pantalones o elecciones en 2020
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