A uno se le hace un nudo en la garganta cuando observa en el panorama insular la vuelta a la escena demagógica de algún que otro personaje que por mor de una extraña metamorfosis ahora dice Diego donde siempre dijo digo, de tal manera que de depredadores pasan, o quieren pasar, a defender con dientes y carteras todo lo que suene a ecologismo. Entendíamos que la frontera de la sensatez se traspasa con cierto tiento porque de no ser así la memoria nos recuerda obras, vidas y milagros de estos nudos que son otros tantos inconvenientes que se presentan ante la conciencia pública. Creo que en esos cursos que la Fundación clausuró anoche sobre la corrupción urbanística debieron tener como alumno a este personaje y no para renovar las energías renovables sino para hacer los correspondientes exámenes de conciencia que le puedan devolver a la sensatez. Claro que milagritos en el siglo XXI brillan por su ausencia, y el todopoderoso no está por la labor de reconvertir en santos a aquellos pecadores irredentos.
A todas estas, el “Cochinito” está dispuesto también a saltar a la arena para hacer discursos fáciles sobre defensa draconiana de la cosa ambiental. Éste está dispuesto a liquidar de un zarpazo al depredador de palmeras, o séase, el “Picudo Rojo”. Todo se andará.