martes. 22.04.2025

Para muchas personas el hecho de que D'Nash, el grupo que va a representar a España en Eurovisión, vaya a interpretar su canción también con el lenguaje de signos sólo les servirá para decir cosas como “otra vez somos los más freakies del festival”. Sin embargo, para el colectivo de sordos, la noticia es algo más trascendente que para el resto de la población.

Yanira Cabrera fue durante mucho tiempo trabajadora social de la Asociación Cultural de Sordos de Lanzarote y ahora trabaja como intérprete. Asegura que “este tipo de acto, aunque sea algo simbólico, sirve para hacer visual algo que hasta hace muy poco tiempo era desconocido para la sociedad y es importante desde el punto de vista de que se está posibilitando el acceso a determinados productos o servicios que hasta ahora habían estado vetados para estas personas”.

Cabrera cree que cuando la población piensa en discapacitados, siempre se le viene a la cabeza la imagen de alguien en silla de ruedas o con un bastón y un perro guía. Esto sucede porque la sordera es la minusvalía invisible. Todos podemos pasar al lado de un sordo y no nos daríamos cuenta hasta que intentamos establecer una comunicación.

Los datos ofrecidos a la asociación por parte del Gobierno cifran en 175 el número de sordos en Lanzarote aunque la intérprete reconoce que no se puede establecer con exactitud el número.

Las barreras no son sólo arquitectónicas

Cuando se habla de las barreras que dificultan a los discapacitados a la hora de tener una vida más cómoda, casi todo el mundo piensa en rampas. Es raro que alguien que no tiene un sordo cerca piense, por ejemplo, en un teléfono. La intérprete del colectivo lanzaroteño comenta que “hay muchas barreras de comunicación pero existe en Canarias una ley que está orientada a la accesibilidad y supresión de las barreras físicas y de la comunicación”. Sin embargo, aunque este asunto está contemplado, en la vida diaria hay multitud de estímulos acústicos que no se tienen en cuenta.

Los primeros que suelen ser conscientes de los problemas que llegan cuando nace un niño sordo son sus padres, que en muchas ocasiones no saben cómo enfrentar el problema. Yanira explica que “los oyentes suelen sufrir un shock y una reacción inicial de negación porque no saben cómo van a poder comunicarse con su hijo”. Asevera que la clave siempre va a ser la información ya que “es algo más que aprender el lenguaje de signos”. Deben recurrir a todos los datos médicos, sociales o psicológicos a los que puedan acceder para que consigan orientar bien la educación del niño y dotarle de una atención temprana, sin la cual no va a haber un desarrollo integral. Explica que “la tarea empieza en el centro de salud pero son los padres los que tienen que valorar cuestiones como cuál es el mejor sistema que pueden utilizar para que sus hijos puedan integrarse en la sociedad”.

Cuando Yanira habla de distintos sistemas de comunicación, lo hace estableciendo la diferencia que existe entre el lenguaje de signos, que es la lengua natural para los sordos, y el lenguaje oral. Explica que un niño que nace en un entrono oyente, debería tener la posibilidad de que sus padres le enseñen a leer los labios y tenga una comunicación oral. Este trabajo tendrá que ser complementado posteriormente por un logopeda. “Nuestra asociación apuesta por una comunicación bilingüe, los signos para que el niño pueda acceder al pensamiento abstracto y la oral porque es obvio que vivimos en una sociedad donde se utiliza la palabra hablada”, comenta.

Pasada la niñez y en plena adolescencia, una etapa complicada para cualquiera, y más para los que tienen algún tipo de minusvalía, es probable que la conducta de los jóvenes varíe en función de si sus padres son sordos o no. “Si no lo son pueden producirse los problemas normales de los adolescentes pero agravados, a veces, por la falta de un sistema de comunicación”, asevera. Hay que tener en cuenta que si bien los padres van a hacer todo lo que puedan por que su hijo pueda hacerse entender, los compañeros del equipo de fútbol o su pandilla de amigos no tienen por qué querer hacer ese mismo esfuerzo.

Mujeres sordas, doblemente discriminadas

Una de las principales quejas de las mujeres sordas es que si ya son marginadas por su género a la hora de conseguir buenos puestos de trabajo, las que tienen esta minusvalía sufren una doble discriminación. La mayor parte de ellas está en el paro; si consiguen un puesto suele ser de baja cualificación y además, en ocasiones se sienten aisladas porque sus compañeros no saben cómo comunicarse con ellas. Cabrera reconoce que algunas mujeres sordas que conoce sí trabajan, pero lo hacen en puestos de bajo nivel. Esto sucede, sobre todo, porque no tienen estudios previos, ya que hay que tener en cuenta que ahora sí es normal que los niños reciban una educación adaptada, pero antes era habitual que abandonaran los estudios a una edad temprana.

Otro sector con dificultades es el de los ancianos, que suelen tener que recurrir a un intérprete para hacer las gestiones telefónicas, lo que supone muchas complicaciones que traban la ya de por sí farragosa burocracia. La familia o los amigos también suelen echar una mano, aunque esto suponga una evidente pérdida de autonomía para los afectados.

Sordos inmigrantes

“Si ya de por sí llegan en malas condiciones, para los inmigrantes sordos, las cosas son realmente difíciles en nuestro país”, comenta Yanira, que asegura que este colectivo está siendo muy estudiado ahora ya que hay que tener en cuenta que llegan con un idioma distinto y además cada país tiene su propio lenguaje de signos.

En cuanto al personal cualificado de las instituciones oficiales que puedan atender a los inmigrantes, todavía es escaso o nulo; lo que hace que suela ser necesario que recurran a los intérpretes cada vez que se presenta el caso, algo que complica muchas situaciones como por ejemplo una urgencia hospitalaria. “No hay un intérprete de guardia, así que en muchas ocasiones hay que recurrir a la familia o amigos”, comenta Cabrera.

Eso sí, estamos en etapa preelectoral, así que es probable que vean a traductores en algunos mítines. ¿Los verán después?

175 personas sufren la “minusvalía invisible” en Lanzarote
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