martes. 22.04.2025

Fotos: Dory Hernández

Los vecinos de la localidad de Güime (San Bartolomé) que salen a pasear por la zona conocida como Los Roferos llevan algún tiempo padeciendo una imagen espeluznante. Los cadáveres de animales muertos en un avanzado estado de descomposición constituyen la tónica general del paisaje de este lugar ubicado a pocos metros del pueblo. Una estampa a la que hay que añadirle la multitud de escombros que vecinos poco cívicos han ido depositando en la zona, afeando la buena vista de Playa Honda que se divisa desde Los Roferos.

Huesos y cadáveres de perros

descompuestos, ovejas y cerdos muertos completan el tétrico escenario en el que se ha convertido una zona que destaca por su belleza. Por ello, Manuel Rodríguez, concejal del Partido Vecinal de San Bartolomé, denunció este miércoles públicamente en este medio de comunicación la lamentable situación de esta zona del municipio. Mientras muestra una furgoneta carbonizada con los cadáveres de dos podencos atados a una de las puertas por un trozo de cuerda que sugieren la cruel muerte por abandono a la que se han visto sometidos estos animales, comenta que “los vecinos me hicieron llegar esta queja porque es una zona a la que suelen salir de paseo con la familia”.

Olores nauseabundos

El olor de los cadáveres de los animales es nauseabundo y se sucede a lo largo de todo el camino. Manuel dice que este hecho puede ocurrir porque en Lanzarote no existe un crematorio para animales. No obstante, esta circunstancia no justifica que los animales sean abandonados a su suerte cuando todavía están vivos.

La respuesta a esta sinrazón la tiene Raquel Betancort, secretaria de la sociedad protectora de animales Sara. Según Raquel, muchos de los perros que se abandonan atados en el campo pertenecen a cazadores que, una vez que acaban la temporada de caza, se deshacen de estos, bien porque no pueden hacerse cargo de ellos, bien porque ya no son válidos para la cacería.

Alexis Rivera, de la asociación ecologista Adena en Lanzarote, explica además que “desgraciadamente, es un hecho frecuente en toda España”. Un hecho que según explica Raquel se debe a la “cultura de los cazadores”. Es decir, que estos ven como algo normal abandonar a los fieles compañeros del hombre para que mueran de sed, hambre y calor antes que llevarlos a una protectora, una perrera o sacrificarlos, otorgándoles al menos la posibilidad de una muerte rápida e indolora.

“Yo he llegado a rescatar a un perrito vivo que se estaba muriendo dentro de un saco de papas con un nudo”. Es una de la multitud de anécdotas escabrosas que Raquel ha tenido que vivir al frente de su labor en la protectora Sara, ya que “la gente desconoce qué hacer con los animales”. Por ello, afirma que la solución pasa por imponer multas ejemplares a los responsables de estos crueles actos. “Los ayuntamientos deberían exigir que los animales tuvieran un dispositivo de identificación”, sugiere.

Un riesgo para la salud

Aparte de la crueldad que supone abandonar a los animales en sacos u atados, algunos ganaderos depositan los cadáveres de cerdos y ovejas en descampados donde pasean los vecinos, lo que constituye además un riesgo para la salud. Tanto Manuel, como Raquel y Alexis coinciden en que es necesario que las autoridades públicas realicen de una vez por todas un crematorio para animales. En la actualidad, según explica Raquel, los cadáveres son depositados en una fosa común en la que se arroja cal viva, una solución poco higiénica para una isla desarrollada como es Lanzarote. Y más teniendo en cuenta que “el Gobierno de Canarias dio el dinero para que se hiciera un crematorio en Zonzamas, y no se ha llegado a hacer”, tal y como explica Raquel. Cabe destacar que la legislación vigente contempla y regula que la gestión de los cadáveres de los animales es la misma que la que regula la gestión de los residuos que generan los mataderos, por lo que este tipo de actos conllevan penalización.

La ‘cultura' de la sinrazón
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